Thursday, April 30, 2020

El primer permiso penitenciario



Hoy se cumplen 47 días de enclaustramiento. Siguen pasando los días y afortunadamente se reduce el número de nuevos contagios y muertes. Ayer, por primera vez desde que empezó el confinamiento, vi que el árbol más cercano a la ventana de mi estudio ya había florecido. No me pregunten a qué familia pertenece porque en botánica, como en otras tantas materias de estudio, nunca fui muy virtuoso.
El caso es que esta habitación es la que uso para trabajar durante el día y, por supuesto, más de una vez al cabo de la jornada volteo y miro hacia afuera. Sin embargo, la última imagen que evoco de estas contemplaciones es un cielo gris plomizo y un árbol pelón de infinita tristeza. ¿Cuántas veces, en nuestras vidas, vemos mas no observamos? Dejamos de pensar en lo vital por atender lo importante.
Ensoñaciones bucólicas aparte, pasado mañana podremos, por primera vez en todo este tiempo, salir a dar un paseo por el barrio o, en el caso de los que gustamos correr, alejarnos un poco más según cómo aguanten nuestras piernas. Pese al título de este artículo, no podemos comparar ni de lejos la situación que hemos vivido con el de un encarcelado. En primer lugar, porque en nuestro caso, fuimos los ciudadanos los que exigimos nuestro encierro por nuestra propia seguridad. En muchos países donde los líderes, por irresponsables o por no querer dañar la economía se negaron a tomar tal medida, la terca realidad acabó imponiéndose y obligando al cierre de la actividad. Sin embargo, pese a no ser comparable nuestra situación con la de un preso, esta pandemia y sus efectos nos han permitido sentir la pérdida de nuestras libertades y derechos más esenciales. Por eso, debemos afrontar esta primera salida a partir del 2 de mayo, no como el chupinazo de los san fermines, saliendo cual morlacos en tropel y arrasando con todo lo que encontramos a nuestro paso, sino con responsabilidad y sabedores de que el incumplimiento de las condiciones establecidas acarreará una sanción. Si un preso no regresa a la hora prevista, es castigado y se le retira su privilegio. Si nosotros no cumplimos con las normas establecidas, habrá un rebrote y volveremos a ser castigados con un nuevo encierro. En fin, disfruten de su tiempo de ocio al aire libre.    





Tuesday, April 28, 2020

LECTURAS PARA EL CONFINAMIENTO


Hace tiempo que no releo La peste de Albert Camus que se ha convertido en el libro de moda en estas fechas; al menos en Francia, por lo que no hablaré de ella. Recuerdo la excelente prosa de Camus y la forma excelsa en que asemeja el confinamiento en la ciudad con una urbe sitiada en la guerra. No sé de dónde saca el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa que La peste  es la novela más mediocre de Camus. Cada quien sus fobias y filias
En un anterior escrito, ya hablé del libro Un espejo lejano de Barbara Tuchman que es un preciso análisis de la guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra, así como de los estragos causados por la peste bubónica fácilmente reconocible por las marcas negras que aparecían en los afectados. Más allá de las batallas, especialmente interesante es el capítulo acerca del irrefrenable surgimiento de la epidemia a mediados de siglo aunado a otras desgracias como los grupos organizados de ex soldados que se dedicaban a la rapiña y sin olvidar la insaciable sed de dinero de los nobles a fin de organizar nuevos ejércitos o rescatar a los prisioneros de guerra. Todas esas desgracias juntas hicieron creer a los campesinos que el mundo llegaba a su fin y dejaron de cultivar los campos.
Otro excelente libro que he devorado en estas jornadas de encierro no espiritual hélas, es el de 60 años de soledad de Gustavo Vázquez Lozano. Sí, ya sé que el titulo no tiene originalidad alguna, pero la historia que nos relata sí vale la pena. Tras volver de México en busca de ayuda, la emperatriz Carlota, agobiada por la preocupación y por la negativa de Napoleón III a mantener las tropas francesas en suelo mexicano,  enloqueció en El Vaticano, pasando a beber únicamente aguas de las fuentes públicas y comer nueces que ella misma pelase. Creía que Napoleón III la quería envenenar. Una vez devuelta a su tierra natal, su hermano Leopoldo II la confinó en un castillo durante 60 años. Ese sí era un buen confinamiento a prueba de pandemias.  La fallida y trágica aventura de Maximiliano y su esposa en México acabaría proveyendo al demoniaco Leopoldo II el dinero necesario para emprender otra aventura colonial cuyo final fue mucho más trágico; el Congo. En este enorme país centroafricano, el precursor hitleriano Leopoldo II orquestó la masacre de más de 10 millones de congoleños en  su insaciable afán de caucho, amén de toda una serie mutilaciones entre aquellos nativos que no cumplían con la cuota establecida. Respecto al Segundo Imperio y la victoria de Juárez, el autor explica el hecho como una alineación de los astros para la gran fortuna del oaxaqueño. Tras el final de la guerra de Secesión, los americanos habrían visto con malos ojos la presencia francesa en México y habrían presionado a Napoleón III para que retirase sus tropas amen de ayudar a las fuerzas liberales con hombres y armas. Por su parte, el emperador francés veía con recelo la fuerza adquirida por Prusia tras derrotar a los austriacos en Sadowa y habría decidido hacer retornar sus tropas de México en vistas de una futura guerra. Siendo todos esos hechos ciertos, no es menos verdad que si Juárez no hubiera resistido durante 3 años, en algunos momentos en forma desesperada, no se habría producido la sucesión de hechos que cambiaron el curso de la guerra. Haciendo una analogía del argumento de Vázquez Lozano con otro conflicto, sería  como decir que los vietnamitas ganaron la guerra porque tuvieron la suerte de que los ciudadanos americanos la repudiaron. Efectivamente, se produjo ese rechazo. Pero para llegar a ese punto los norvietnamitas tuvieron que resistir  matar a miles de norteamericanos para que el pueblo estadounidense cambiase su punto de vista.
Finalmente y no menos importante, recomiendo la lectura de El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán acerca de la participación del autor en la revolución mexicana. Especialmente interesante resultan los retratos de Villa y Carranza. Del primero hay momentos cómicos y entrañables como cuando Martín Luis Guzmán consigue desarmarlo con gran astucia provocando el nerviosismo del centauro del norte o el capítulo en el que Villa le enseña a disparar certeramente a Guzmán. De igual manera, la fría descripción de una matanza realizada  por el lugarteniente de Villa; Rodolfo Fierro en el capítulo segundo titulado La fiesta de las balas, permiten dimensionar la intrascendencia de la vida durante la revolución mexicana donde perecieron más de un millón de personas.
Bueno, ahí les dejo eso de tarea. Si quieren más datos sobre los libros mencionados, déjenme un mensaje en el blog o el facebook. Saludos.

Sunday, April 26, 2020

Los niños en la calle



Foto de Alexander Dummer

Una ciudad sin risas infantiles es una ciudad muerta. Hoy, tras 43 días de confinamiento, los niños de menos de 14 años han podido salir a la calle acompañados de un adulto. Más concretamente, hasta 3 niños de una misma familia pueden salir a la calle con un mayor. Curiosamente, desde el primer momento en que se anunció la medida, una encuesta reflejó un rechazo mayoritario de la sociedad. Por partidos, los más reacios eran los simpatizantes de Ciudadanos seguidos de los populares y socialistas con 60%, mientras que los del vox y podemos eran los más afines siendo éstos últimos los únicos que apoyaban en más de la mitad la medida.
Hay que destacar, que esta encuesta se realizó tras el anuncio de la medida, pero antes de que se especificaran las condiciones en que los niños podrían salir a la calle. Cuando el gobierno anunció que los niños podrían acompañar a sus padres a los supermercados y farmacias se produjo un momento único en la historia de este país comparable a la obtención de la copa del mundo en Sudáfrica. Todos los españoles se pusieron de acuerdo en rechazar la medida y echar pestes del gobierno. Finalmente, el ejecutivo corrigió y permitió a los niños salir a jugar acompañados de un mayor.
Lo que me llama la atención de la encuesta antes mencionada, es el rechazo frontal a que los niños salgan al aire libre y se diviertan. En los foros sociales, se oían todo tipo de comentarios acerca de la susodicha resiliencia de los menores o comentarios sobre inexactos  acerca del encierro de los mismos durante la Segunda Guerra Mundial. También se oían voces acerca de la necesidad de los pequeños de correr y jugar al aire libre. Está claro que si esta medida provoca un rebrote el Gobierno tendrá que dar marcha atrás y nos tendremos que olvidar de la posibilidad de salir a dar paseos o correr a partir del 2 de mayo. Sin embargo, más allá del miedo por un posible rebrote, vengo notando desde hace unos años una actitud negativa de la población en lo referente a los menores y sus derechos. Cuando se prohibió a los padres dar bofetones a los niños, los adultos se indignaron porque el Estado se metiese en tales asuntos y temían que sus hijos los denunciasen falsamente. Cuando se permitió el aborto a las mayores de 16 años la oposición denunció que se les estaba quitando la patria potestad a los padres. Cuando se hicieron recortes en la educación pública sí hubo mareas verdes, pero no fueron comparables ni en cantidad ni en número de personas con las mareas blancas en contra de los recortes en la seguridad social. Cuando Zapatero y Rajoy hicieron sus respectivos pensionazos, toda la sociedad se indignó. Los periódicos anunciaban en portada en enormes letras el perjuicio hecho a los mayores. Cuando los jubilados se manifiestan en busca de establecer por ley la indexación de sus pensiones, independientemente de cualquier consideración económica, toda la sociedad los apoya y los antidisturbios, tan diligentes en otras manifestaciones, no atreven a tocarles la menor so miedo de inflamar el encono popular. Es decir, cuando se trata de defender los derechos de los jubilados la respuesta de la sociedad española es unánime. No así cuando se trata de los menores. Como se menciona en el artículo “Las 22 madres y tres madrastras que asesinaron a sus hijos en España” de fecha 18 de marzo de 2018, los infanticidios apenas tienen recorrido en los medios y ningún organismo recoge la contabilidad de niños asesinados por sus madres.
Según dice mi amigo Gregory, “En Alemania la educación está muy orientada a la independencia del niño, algo que la enseñanza tradicional española dinamita. Aquí se atornilla al niño a la silla y se espera de él que no se levante hasta que acabe la carrera”[1].  Quizá el hecho de que la población tenga una edad media de 45 años y cada vez será mayor dada la baja tasa de natalidad influya en este punto de vista.
En esta ocasión los menores han sido los afortunados y a falta de ver si esta medida afecta o no en la evolución de la curva, que disfruten ellos y sus sufridos progenitores de su principio de desconfinamiento. ¡Suertudos!


[1] En ABC Padres e hijos, 1/10/2013.


Saturday, April 25, 2020

La bajada de la montaña


Hoy es el primer día, en España, en que hay más curados que nuevos contagiados de coronavirus. Estos son datos esperanzadores. Aparentemente hemos superado la cima y estamos empezando el descenso de la montaña. En estos 40 días hemos aprendido acerca de los crecimientos exponenciales, la evolución de la curva y la famosa r de personas que contagia un solo infectado. Hemos podido realizar, desde lo alto de la curva, una introspección. Muchas de las cosas que antes considerábamos imprescindibles en nuestras vidas han resultado innecesarias y, al mismo tiempo, constatar que algunos pilares de la globalización han quedado agrietados. Sin ir más lejos, ha quedado en evidencia que algunos productos estratégicos como los concernientes a la medicina no pueden hacerse fuera del país por si estos se requieren con urgencia. No importa cuánto beneficio deje la mano de obra esclava de China o cualquier otro país.
Está claro que aun no podemos echar las campanas al vuelo, pero el hecho de que las morgues improvisadas cierren y pronto lo haga el mismísimo hospital de campaña del IFEMA, son motivos para que empecemos a soñar con la posibilidad de salir a la calle, aunque sólo sea para dar un paseo por el barrio. Incluso, el buen clima que empieza a asomar (hoy hemos alcanzado los 21 grados), parecieran anunciar un cambio de ciclo. No sé cómo será el proceso y espero que en los próximos días la tendencia no cambie, pero pareciera que empezamos a descender de la montaña y empezamos a otear en lontananza el tan deseado retorno a la normalidad que tantas veces hemos denostado en el pasado. 
En la obra biográfica Fouché, Stefan Zweig nos dice que los grandes mensajes de la humanidad surgen en el exilio. Jesucristo estuvo 40 días en el desierto y Mahoma varios años en Medina para volver con mensajes que cambiaron la historia de la humanidad. Pues bien, nosotros ya llevamos 40 días encerrados y está claro que aún nos queda un rato. No espero que salgan miles de millones de revelaciones trascendentales el día de nuestra excarcelación, pero si espero que este tiempo de encierro, único en la historia de la humanidad, le haya servido a la gente para descubrirse a sí mismos. Existen toda una serie de teorías acerca de cómo será el mañana post pandémico. Desde las pesadillas más orwellianas hasta un nuevo y bello mundo, pasando por que todo se quede más o menos igual. En cualquier caso, si salimos iguales del confinamiento nada cambiará y de nada habrá servido todo este dolor.     

Wednesday, April 22, 2020

EL HORROR DEL CORONAVIRUS



Recuerdo una película un poco lacrimógena acerca de un niño cuya madre muere. Ella es llevada al hospital para curarse de una simple enfermedad y ya no vuelve al hogar. El niño ocasionalmente habla con ella por teléfono, pero no la vuelve a ver  hasta que ella ya se encontraba en estado terminal, días antes de fallecer. Sus únicas pistas vienen de las ocasionales  conversaciones telefónicas que cada vez resultan más complicadas dada la quimioterapia. En un momento dado el chico expresaba su definición infantil del horror y dice algo así como que existen dos tipos de horrores; el que se sabe que tendrá un fin como cuando se había roto el brazo y aquel caracterizado por la incertidumbre de qué va a pasar.
En el caso de la presente pandemia vivimos en un horror intermedio. Sabemos que tendrá un fin cuando se comercialice la vacuna. Incluso tenemos esperanzas de que en no mucho tiempo salga al mercado un remedio que pueda acortar el tiempo de sufrimiento, pero en él mientras desayunamos, trabajamos, comemos y cenamos en nuestras casas. En él mientras, nos enteramos todos los días de las muertes y nuevos contagios que parecen nunca terminar. Y por si fuera poco, no tenemos ningún país al cual aferrarnos como esperanza ya que por muy bien que hayan contenido la enfermedad, no son libres de rebrotes como ha ocurrido en  Japón y Corea del Sur; países elogiados por su buena gestión de la enfermedad. De hecho si vemos el mapa del coronavirus, sólo Lesoto, Turkmenistán, Tayikistán y Corea del Norte no tienen la enfermedad, ya sea por su alto grado de aislamiento o porque ocultan la información. En cualquier caso, como entenderán los lectores,
 No tengo la menor duda de que venceremos. Entre otras cosas porque llevamos miles años luchando contra los virus y siempre hemos terminado prevaleciendo. No obstante, mientras que llega el glorioso día de nuestra liberación es imposible dejar de pensar en todos los muertos y todos los que se contagian diariamente. De hecho otra de las pesadillas de esta enfermedad radica en el hecho de que ni siquiera sabemos cuántas son las personas enfermas y nunca sabremos el número exacto de muertos que ha ocasionado en cada país. Es más, como si se tratara de La invasión de los ultracuerpos podemos convertirnos en aliados involuntarios de la enfermedad al portarla, sin saberlo, y contagiar a otras personas. Venceremos, no cabe duda, pero no sabemos cuál es el precio que vamos a pagar por ello. A día de hoy son demasiadas las incertidumbres que se acumulan a corto y mediano plazo que hacen más difícil de llevar este horror de enfermedad y confinamiento

Monday, April 20, 2020

LA ESTUPIDEZ AL PODER


Seguramente pensarán que este artículo va a hacer referencia a cualquier de los líderes políticos que tan mal han encarado esta enfermedad que nos tiene encerrados desde hace más de un mes. El problema es que si hablara de los fallos e idioteces de Johnson y  Bolsonaro tendría que escribir un libro entero por cada político. En cuanto a López Obrador, dado que le gustan tanto las estampitas religiosas, la cosa adquiriría tintes místicos y se convertiría en la Biblia de lo que NO  hay que hacer en caso de una pandemia. Finalmente, el caso de Trump es digno de una enciclopedia capaz de competir en tamaño y entradas con la célebre británica.
Sin embargo, esta crónica de hoy va dedicada a un periodista Javier Alatorre o, como algunos ya le llaman, Javier Alamierda que es adonde se debería ir tras su gloriosa intervención ante las cámaras de Tv Azteca el viernes pasado. Por recordar algunos de los hitos del Sr. Alatorre, cuando fue asesinado Paco Stanley este seudo periodista orquestó con Televisa –más concretamente con Jacobo Zabludovski conocido en todo el país por su falta de imparcialidad-, una campaña de desprestigio hacia el alcalde de la ciudad de México, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Cuando salió la noticia de los nexos de Stanley, los críticos se callaron como si no hubiera  pasado nada. Eso sí, el Sr. Alatorre no perdió la oportunidad de emitir en directo el arresto de Mario Bezares; un antiguo colaborador de Stanley que luego fue liberado. Otro de los hits en los que participó el Sr. Alatorre en connivencia con Televisa fue la producción cinematográfica del antiguo Secretario de Gobernación Genaro García Luna, en la que se veía la persecución de un coche y el arresto de Florence Cassez. El arresto había ocurrido el día anterior sin cámaras, pero no les importó ser cómplices de esa producción chafa.
Con esos antecedentes, no debiera extrañarnos lo que haga frente a las pantallas el Sr. Alatorre. Incluso es comprensible que le tenga ojeriza al SAT por querer obligar a su jefe a pagar los impuestos atrasados que le debe a la tesorería. Está claro que se puede dudar de la veracidad de las cifras expresadas por el Subsecretario, así como se puede dudar de las mencionadas en el resto de países, especialmente en China e Irán. Pero de ahí  a exhortar a la gente a no hacer caso de las recomendaciones del Dr. López-Gatell y, por ende, salir a la calle en pleno periodo de confinamiento hay un largo trecho. No sólo se trata de una invitación al suicidio como se ha dicho, sino que atenta contra la seguridad nacional. Esperemos que sus oyentes no sean tan irresponsables como el Sr. Alatorre y tengan un poco más de cerebro.     

Saturday, April 18, 2020

Cuando la tecnología falla


Mi amigo Pepe me dijo una vez que el mundo es muy pequeño, pero que cuando la tecnología falla se ensancha. En efecto, en la actualidad podemos dar la vuelta al planeta no ya en 80 días como diría Julio Verne, sino en mucho menos de 80 horas si no hay retrasos y no se pierde la conexión. Podemos llevar nuestras voces a cualquier parte del planeta en segundos y leer los periódicos de todo el mundo, o al menos sus titulares, desde nuestro teléfono portátil. Es más, esos teléfonos han conseguido realizar el sueño de decenas de generaciones haciendo que la cultura y el conocimiento estén al alcance de todo el mundo. Desde ellos o desde nuestros ordenadores, podemos leer infinidad de artículos acerca de la Segunda Guerra Mundial, la vida de Nelson Mandela o contemplar las maravillas de la capilla Sixtina.  
La semana pasada, el teléfono fijo se descompuso por enésima vez y el internet siguió funcionando de manera irregular. Mi esposa y yo trabajamos desde casa por lo que necesitamos de ambas herramientas. Siendo que mi móvil está hecho una pena y todo el mundo se queja de lo mal que se me oye a través de él, tengo que usar forzosamente el tradicional teléfono fijo. A su vez, Vicky tiene varias videoconferencias al cabo del día por lo que necesita una conexión fiable. En fin, no quiero hacerles el cuento. Llamamos a nuestro servidor y nos mandaron un técnico que se presentó perfectamente equipado para la ocasión y más teniendo en cuenta de que Vicky es persona de riesgo: mascarilla y guantes. Acoté la zona de acción al salón que es donde se encuentra el router y el teléfono. Tras una análisis sumario, el técnico determinó que nuestra conexión telefónica era una antigualla y, ya puestos, hicimos el cambio de router para que el teléfono llegase por este medio y tener más velocidad de conexión.
No obstante, había que ajustar los parámetros en el ordenador del técnico lo que toma unos minutos. Cómo el hombre estaba sudoroso y yo me precio de ser un buen anfitrión, le ofrecí un vaso de agua que él me agradeció. Ese fue un grave error, pues, como el obvio, el hombre tuvo que quitarse la mascarilla y, peor aún, una vez que hubo terminado de beberlo no volvió a acomodársela hasta que me percaté de ello varios minutos después y le pedí que se la volviese a acomodar. Además, el primer equipo empleado llegó defectuoso de fábrica por lo que ni internet ni teléfono. Afortunadamente el técnico era precavido y traía uno de repuesto que sí funcionó. El saldo de ese arreglo se saldó con una bronca familiar por haber permitido el desenmascaramiento del técnico y una sesión exhaustiva de limpieza del salón. Eso le pasa a uno por ser buena gente.  

1 Foto de Cliford Mervil

Thursday, April 16, 2020

Los héroes denostados



Me entero por mis amigos de México que el personal sanitario está sufriendo discriminación y maltrato por estar más expuestos al virus que el resto de los mortales. Esa situación se traduce en que, por ejemplo, si un taxista ve a una persona con bata decide no hacerle la carrera. Aquí en España también se han producido casos de médicos, cajeros, farmacéuticos, etc... . que han sido invitados a abandonar sus casas por sus vecinos a través de mensajes anónimos dejados en lugares comunes del edificio. Incluso, en ambos países, personas de estas profesiones han visto como sus vecinos han pintarrajeado sus coches al amparo de la noche, con leyendas como “rata contagiosa”.
Entiendo que nadie quiere morir y que hay mucho miedo ante este virus desconocido, pero esta actitud cobarde y miserable de (quiero creer) unos pocos no tiene justificación alguna. Se imaginan en plena Segunda Guerra Mundial, después de que Churchill soltara su famoso discurso de “Nunca tan pocos, han hecho tanto por tantos”, a un inglés diciéndole a su vecino de la RAF que mejor haría en abandonar su casa, ya que su presencia aumenta las probabilidades de que  el inmueble sea bombardeado. Seguramente ese vecino miedoso habría sido juzgado  por un tribunal de guerra por derrotista. No quiero decir con esto que las generaciones pasadas eran más valientes que las actuales, pero sí estoy convencido de que no se habrían atrevido a publicitar su miedo de una manera tan cobarde por miedo a la repulsa de sus propios vecino que no habrían tardado en abrir una investigación paralela para descubrir al o a los mensajeros.
Más allá de lo vergonzoso de esos comportamientos que agreden a quienes nos protegen y permiten con sus arriesgados trabajos que los demás podamos permanecer recluidos y que podamos continuar comprando nuestros productos esenciales, estas actitudes deberían hacernos pensar en qué sociedad vivimos. No quiero juzgar a millones de personas por el proceder de unos cuántos. Más habida cuenta de que por cada felonía existen muchísimos más casos de heroísmo y solidaridad que me reafirman en la idea de la bondad del ser humano. No obstante, en un mundo en el que el YO es el valor supremo y lo único importante es amasar bienes materiales, no es de extrañar que surjan estos casos extremos de egoísmo y que encima no tengan desparpajo en hacer saber sus cobardías. Existen muchas teorías acerca de cómo será el mundo post pandémico. Quienes me han leído saben que soy pesimista al respecto, pero de corazón espero que los ejemplos de valentía mostrados por médicos, farmacéuticos, agentes de seguridad y trabajadores de supermercados entre otros sea el modelo a seguir.  
En la Segunda Guerra Mundial, un grupo de valientes futbolistas ucranianos derrotaron a un equipo nazi en un partido de propaganda organizado por estos últimos. Los ucranianos sabían que iban a morir en caso de victoria, pero no se dejaron perder pues querían darle una esperanza a su pueblo, un “sí se puede” y vencieron a los opresores. Ojalá que el sacrificio realizado por pacientes que renunciaron a respiradores artificiales para que se lo conectaran a una persona  más joven sea visto en el futuro  con admiración y no desde una perspectiva cínica de burla. Ojalá que en el futuro los jugadores del Dinamo de Kiev que jugaron ese mítico partido no sean denostados; que sus descendientes no tengan que oir una frase cínica del tipo:  “menuda estupidez; perder la vida por un partido de fútbol.”  


Wednesday, April 15, 2020

El misterio de las compras online

Ni el más sesudo Sherlock Holmes o Hercules Poirot serían capaces de explicar el misterio de las compras online. En sí mismo pareciera que cualquiera puede realizar la compra. El primer paso, cómo no, registrarse dejando todo los datos habidos y por haber. De milagro no piden la declaración de la renta y el acta de defunción. En el caso de Carrefour, se especifica que el servicio está enfocado, en estos tiempos de coronavirus, en las personas mayores y con discapacidad. En cambio, Día no hace ningún tipo de advertencia.
El segundo paso consiste propiamente en hacer la compra. De esa fase tan solo diremos que, a diferencia de lo que ocurre cuando uno visita físicamente un supermercado, para cualquier producto que se pida hay mil opciones por lo que la elección de cada producto, se vuelve ardua. Salvo que uno sea muy adicto a unas marcas y productos muy determinados. Después de una hora de debatirse los sesos llega el momento tan deseado de pagar y esperar cómodamente en casa a que una persona le traiga amablemente la compra. En esos momentos recuerdo las excursiones con guantes y mascarillas y de cómo se me empaña a cada rato las gafas. También vienen a mi memoria pasajes como el del martes 7 de abril en el que, tras una caminata con el carrito a rebosar  y 2 bolsas grandes llenas, arribé deseoso de subir por el ascensor y encontrarme que este estaba descompuesto. Al final tuve que hacer dos viajes; en el primero llevé las bosas. En el segundo,  subí escalón a escalón el carrito de la compra. Aún recuerdo el dolor de lumbares. Sin embargo todas esas miserias quedarán borradas cuando pague mi compra y me quede tranquilamente, esperando a que una persona más joven y fuerte que yo haga esas labores.
Y es entonces que surge el misterio. Uno de los establecimientos tarda hasta 6 semanas en entregar el pedido, mientras que el segundo establece una franja semanal de horarios de entrega que siempre está completa o No disponible. Da igual que uno se conecte a las 12 de la noche o a las 6 de la mañana o en la tarde, el resultado siempre es el mismo. ¿Acaso la leche pedida con ese tiene no caduca? ¿Existe un virus informático maligno que descarta de antemano las horas de entrega? ¿Este virus informático viene a ser un complemento del patógeno? Misterios… Al final, tengo que vestirme con mi uniforme antivirus, rezar un rosario afín de no ser contagiado y salir a la calle con mi carrito y las dos bolsas grandes de siempre. ¡Qué ganas de que ya se acabe esto! Pobres de mis lumbares. 

Sunday, April 12, 2020

30 DÍAS


   
       
             Llevamos ya 30 días de confinamiento en nuestras casas. Afuera empieza a asomar el buen tiempo por rachas. Sabemos que nuestro esfuerzo está dando resultados, pese a que no todo el mundo respecta escrupulosamente el confinamiento. Entiendo que es un sinsentido hablar de un buen día porque tan solo hubo 619 y el porcentaje de nuevos infectados bajo al 2,57%. Cada muerte es una herida en una familia que ni siquiera va a  tener el desahogo de poder velar y enterrar a su muerto. Cada nuevo contagio, especialmente si se trata de una persona mayor, es una nueva amenaza vital.
                Sin embargo, está claro que este es el único camino que nos queda si queremos evitar que la tragedia sea aún más grande, una vez que se ha descontrolado la situación. Ya veremos si el permitir que los trabajadores de la construcción y otros sectores no provoca un repunte de casos. Todos hemos tenido que adaptarnos a esta situación. Durante estos días festivos, me he dedicado a leer, escribir, hacer algo de ejercicio, jugar alguna partida con Vicky y ver una película o serie. Por supuesto siempre hay que acometer alguna labor doméstica.  El día no se me hace largo y, de hecho, más de una vez me encuentro con que ya ha llegado la noche y no he avanzado en mi obra de teatro acerca de la vida del muralista mexicano David Siqueiros; conocido mundialmente por haber intentado asesinar a Trotski y por su obra.
                El transcurrir de las horas no se me hace pesado. Lo que sí es un poco desalentador es ver la lentitud con la que bajan las cifras de nuevos contagios y muertos. Incluso en China, país que ya ha liberado a los ciudadanos de Wuhan y tiene bajo control la situación, existen aún más de 1000 enfermos y naciones como Japón y Corea han visto repuntes inesperados. Pareciera la historia sin fin. En ese sentido la única buena y sorprendente noticia es la cantidad de personas que se curan todos los días en España. De hecho, no lo he oído en ningún medio, pero me parece que este es el país en el que más rápido se curan los afectados de coronavirus; entre 3000 y 4000 diarios. De hecho, pese a que tenemos muchos más casos de contagio casos que Italia, los casos activos siguen siendo menos ya que tenemos el doble de curados que los trasalpinos. Y eso pese a que ellos tuvieron la enfermedad con 15 días de antelación. Sería interesante analizar cuáles son los elementos que permiten esa más pronta recuperación, así como resulta verdaderamente singular que, por ahora, este virus se cebe con las naciones ricas y no tanto con las pobres.




Friday, April 10, 2020

LA LLUVIA Y LAS TORRIJAS EN SEMANA SANTA



     Tenemos que estar agradecidos porque llueva en estos primeros días de abril, no sólo porque se nos quitan las ganas de salir a la calle en estos tiempos de confinamiento. Además se llenan los pantanos siempre tan necesitados de agua en algunas regiones del país. Más aun estando en semana santa que es sinónimo de calles abarrotadas de gente siguiendo las procesiones o en las playas empezando a gozar los primeros días. Lo que si no ha desaparecido con el coronavirus son las torrijas tan propias de esta época. El último día que fui al supermercado, uno de los productos indispensables de la lista era una barra de pan tipo chapata o lo que hubiera. Traje dos, pero mi esposa tuvo el buen gusto de solo emplear una, habida cuenta de que yo no iba a tomar torrijas esta semana santa, pues continuo con mi lucha incansable contra la báscula.
      En las últimas semanas, el combate se ha convertido en una desgastante guerra de trincheras en la que ninguno de los dos bandos consigue  avanzar un centímetro de la cintura. Por supuesto, no consigo que la maldita báscula cambie de posición al principio de la jornada. Mi único consuelo radica en el hecho de que tampoco sube, pero debo reconocer que el tema de las torrijas viene a ser como un campo minado y no solo porque me gustan mucho. Cuando era pequeño, mi madre solía hacernos tostadas francesas que vienen a ser muy similares a las torrijas, salvo que se emplea mantequilla en lugar de aceite en su preparación. Y, por supuesto, con su gran talento culinario, mi madre hizo un sincretismo gastronómico empleando un mollete para su elaboración. “Manjar de dioses”, según Rubén dijo tras desayunar en casa. La noche anterior seguramente nos corrimos una buena borrachera o, como decía él, tuvimos una fructífera pesca de ballenas (cervezas de litro y medio en el argot sudcaliforniano).
     El caso es que, como pueden ver mis queridos y escasos lectores, las torrijas no son un simple alimento que me gusta. Conllevan  una carga de recuerdos imborrables  que van desde los años de mi infancia pasados en Suiza hasta mi edad adulta, en los barrios bajos de la Ciudad de México, si tenemos en cuenta de que mi universidad se encontraba en Iztapalapa. Por ello me resulta verdaderamente difícil sustraerme a su encanto. Tendré que practicar meditación  o instalar un cerco electrificado en torno a su recipiente para que cada vez que quiera meter mano un chispazo aplaque mi afán. No obstante, para que vean que no soy envidioso, espero que ustedes puedan disfrutar de sus torrijas en casita mientras ven llover por la ventana.     

Wednesday, April 08, 2020

VENTAS SIBERIANAS



Mi trabajo como comercial me obliga a hacer decenas de llamadas cada día y mandar otros tantos emails para tener una oportunidad de presentar un proyecto a un expositor que va a participar en alguna feria nacional o europea. Se trata de una labor monótona y aburrida que me obliga a soltar las mismas frases durante todo el día. El primer obstáculo, suele ser el o la persona que se ocupa de la recepción. Existen dos o tres trucos para agradar a esa persona, pero lo cierto es que si ésta tiene consigna Sánchez del tipo no es no, por mucha ciencia y simpatía que se despliegue el resultado va a ser el mismo. Si se consigue franquear el escollo nos pasan con el departamento de marketing. Frente a la persona responsable no hay truco que valga. Suelto mi ofrecimiento rápido y espero su veredicto. Las más de las veces recibo un no, otras se me pide que mande un mail con la información de la empresa y de esos una minoría acaba fructificando en la creación de un stand en una feria.
En promedio dedico unos 3-4 minutos por llamada y, en cierto sentido, es bueno que me corten desde el principio para no hacerme perder el tiempo y poder realizar más llamadas. Cuando estaba en México, hubo un tiempo que vendí enciclopedias a colegios y particulares. Cuando uno llegaba de primeras, sin contacto previo, se decía en el argot local que se trataba de una venta fría o bajo 0. En el caso de los stands las ventas son siberianas. Al menos hasta que no haya pasado un tiempo de trabajo conjunto y ambas partes hayan adquirido confianza en el otro. Hay responsables de marketing con los que llevo hablando años sin habernos visto nunca las caras obstante, salvo en las fotos de nuestros perfiles de linkedin y, sin embargo, logramos tener una relación muy cordial y placentera. Pero las primeras conversaciones siempre son frías y secas. Ahora bien, un fenómeno extraño meteo-sanitario extraño está ocurriendo en las últimas semanas. El coronavirus y el calentamiento global han producido un deshielo en las relaciones entre comerciales y expositores. Por primera vez en mi carrera, me encuentro con que mis interlocutores no me responden con monosílabos o de plano me cortan la palabra para decirme que no les interesa mi propuesta, sino que se interesan por mi situación. Por ejemplo, los británicos me preguntaban acerca del confinamiento para saber lo que les esperaba y ver si le podía pasar algún consejo para sobrellevar el encierro. En cambio, los italianos, adoptan una postura solidaria y, durante un rato, hablamos de nuestras expectativas concernientes al día de la liberación. En términos generales, en todas partes, con decir que llamo desde Madrid, mis interlocutores adquieren consciencia de mi situación y me preguntan como estoy aunque no me conozcan de nada. Eso sí, después de charlar 5 minutos de lo humano y lo divino, si esa persona tiene la consigna Sánchez NO me va a pasar con el departamento de Marketing por mucha empatía que tenga. Algunas cosas nunca cambian.

Monday, April 06, 2020

Epidemias varias


Recientemente, mi amigo Pepe que da clases a niños de origen inmigrante me comentó que un alumno suyo se burlaba del temor de los europeos al coronavirus.
-Después de haber pasado la epidemia del ébola, entenderás que el coronavirus  no me da ningún miedo –dijo desafiante el alumno.
Si bien es cierto que el covid-19 está siendo mucho más letal que la epidemia del 2014-16 cuando murieron 11000 personas y se contagiaron 28000, el tormento que representa la muerte por ébola sudando sangre, acompañado de vómitos y diarreas haga que le tengamos más miedo a esta enfermedad que a la que nos trae de cabeza hoy en día. Siendo justos con el alumno, el nivel de letalidad del ébola es muy superior en porcentaje al del coronavirus. Por citar un ejemplo, en Guinea murieron el 70% de los enfermos.    
Actualmente, estoy leyendo Un espejo lejano de Barbara Tuchman. Se trata de un libro histórico que analiza la guerra de los cien años  y la intermitente presencia de la peste bubónica; especialmente entre los años 1348-1350. Por si la guerra y la pandemia fueran poco (ya que llegó desde Islandia hasta la India; o sea gran parte del mundo conocido en aquella época), grupos de soldados desempleados organizaban bandas de maleantes que arrasaban los pueblos de la campiña. Las cifras no son fáciles de establecer, pero se cree que esta enfermedad pudo haber matado hasta el 60% de la población europea. Si bien los medievales asociaban a las ratas con la enfermedad, pero no sabían que eran las que acarreaban las que contagiaban la peste negra. Por supuesto, las condiciones insalubres en que vivían los habitantes del Medioevo no ayudaban en lo más mínimo. Con ese panorama, no es de extrañar que la gente pensase que estaban ante el fin del mundo y dejaran que las cosechas se pudrieran en los campos, que otros fueran recorriendo los pueblos y flagelándose para pedir perdón al creador y, finalmente, que los lobos bajasen hasta las ciudades por no tener nada que comer.
Hoy en día, sabemos cómo se transmite el coronavirus. Sabemos la mejor forma de combatirlo; quedándonos en casa y lavándonos las manos amen de usar mascarillas y guantes en nuestras excursiones al supermercado. Y finamente, sabemos que en un año o un poco más tendremos la vacuna que parará en seco al bicho. Sin embargo, pese a los 670 años que han transcurrido desde la peste bubónica a nuestros días, aún no se ha encontrado una medicina que consiga detener la enfermedad producida por un parásito que puede destruir ecosistemas financieros enteros y mandar a un país al Medievo en cuestión de días. No hay tila, sedante, calmante, meditación oriental o yoga que consiga calmar el nerviosismo del inversorus bursatilus. Una vez que este parasito entra en pánico tiene la capacidad de mimetizarse con el resto de parásitos de todas las latitudes y actuar como si fueran un ejército de clones. A partir de ese momento, la vida de los ciudadanos se convierte en una suerte de lotería en Babilonia en la que se pueden vivir varias vidas en muy poco tiempo.  

   


Sunday, April 05, 2020

¡Tápese la boca!



Pareciera que me estoy dirigiendo a un interlocutor y lo estoy mandando callar, pero no. Si en las anteriores misivas me he referido al mal proceder de los mandatarios, hoy debo hablar de los ciudadanos y que conste que no quiero parecer un moralista echando el sermón a la gente.
Me entero por el ABC de que unas mujeres de la población llamada Porcuna, en Andalucía, se han puesto unas mantillas y  bolsas de plástico y han salido a la calle a hacer una procesión en la noche de ayer. Cuando llegaron las autoridades, ellas ya habían desaparecido. No obstante, acabaron confesando su irresponsabilidad y están a la espera de su sanción. La pregunta es: ¿de verdad era necesario salir a la procesión? ¿Acaso, oyeron la palabra divina exhortándolas a salir?
Por otra parte, mi amiga Esther; la mejor fisioterapeuta de España, me cuenta su vía crucis matutino para hacerse su compra y la de su padre. En la cola del Ahorramas de Méndez Álvaro,  la gente iba sin mascarilla y sin guantes y, peor aún, sin respetar la distancia de seguridad. Como dice el padre de mi amiga, con este grado de responsabilidad hasta el año que viene nos quedamos confinados. Es decir, sé que no hay mascarillas ni guantes de látex, ¿pero tan difícil resulta a las malas ponerse aunque sea un pañuelo o, como dice Trump, una bufanda? ¿Tan complicado es ponerse unos guantes de lavar la vajilla? Siendo benévolo y haciendo un arduo ejercicio de imaginación, puedo llegar a pensar que todas esas personas en la cola se habían quedado sin guantes de ningún tipo por un descuido e iban a abastecerse de los mismos así como de servilletas de tela para cubrirse la boca, pero ¡cojones!, ¿cuesta tanto guardar la distancia de seguridad, más habida cuenta de que los comercios la tienen pintada en el suelo?
Mi amigo Pedro, hombre de ciencias, me pasó un artículo firmado entre otros por Joaquín Leguina contra el confinamiento ya que según ellos el remedio puede ser peor que la enfermedad por el daño a la economía y tildan el confinamiento de “ineficaz, humillante, traumatizante y destructivo” y apelan a la responsabilidad de la sociedad. No voy a discutir con ellos sobre las consecuencias económicas del confinamiento, puesto que no soy científico. Me sorprende que, no siendo ninguno de los firmantes científicos se atrevan a enmendarle la plana al Imperial College y negar la afirmación de esta revista científica acerca de las vidas salvadas con el confinamiento. Me resulta extraño, sobretodo porque aquellos líderes que buscaban un alto nivel de contagio para generar una inmunidad de grupo (Trump, Johnson, Bolsonaro, López Obrador), todos han acabado dando marcha atrás y ordenado o pedido el confinamiento.  Lo que sí me resulta risible es esa apelación a la responsabilidad individual, cuando hay más de 200 000 personas multadas (algunos genios incluso han tenido la feliz idea de  agarrarse a golpes con la policía) y algunos han descubierto que tenían una mascota en casa cuando no la han alquilado al vecino. Aun así, creo que se trata de una minoría y que el conjunto de la población está cumpliendo a rajatabla el confinamiento y que por eso está funcionado, aunque claro esto solo es una corazonada que  ya veremos si se cumple. No obstante, también creo que si no existiera este elemento coercitivo de las multas, crecería el número de personas que saldrían a la calle por el simple hecho de que se aburren en casa. Por poner un ejemplo, si se permitiese como ocurre en otros países practicar deporte al aire libre, mucha gente se convertiría en atletas de la noche a la mañana. En fin, es muy triste que las autoridades nos tengan que tratar como niños chiquitos por nuestro propio bien. Termino con un chiste que vi en Facebook el otro día y que explica porque elegí esta foto para este artículo. Se trata de unos soldados cargando a lomos a unos burros durante la II Guerra Mundial. La razón es muy sencilla. Se encuentran en un campo de minas y no pueden dejar que los burros anden a su aire, pues podrían detonar las minas y causar la muerte de varios soldados. Conclusión:  en tiempos difíciles a los primeros que hay que controlar es a los burros porque no entienden ni madres y hacen lo que les da la real gana.

Friday, April 03, 2020

7 Enseñanzas del coronavirus y una predicción del mundo post pandémico.



Hace 12 años inició la peor crisis de la era moderna, fruto de la irresponsabilidad y avaricia desmedida de los banqueros y las aseguradoras. En aquel entonces se habló de refundar el capitalismo, pero al final, salvo algunos retoques ornamentales en la gestión de los bancos y la publicación de la lista de paraísos fiscales, nada se hizo. Eso sí, se gastaron ingentes cantidades de dinero en rescatar a los bancos a costa de los contribuyentes y, a falta de poder devaluar la moneda, se devaluaron los salarios de los trabajadores y sus derechos. El problema era humano y, salvo un mejor sistema de vigilancia poco más había que hacer. Afloraron múltiples partidos llamados populistas que prometieron reformas de todo tipo, pero los pocos que consiguieron acceder al poder de algún modo, acabaron topándose con la cruda realidad de los vampiros de la troika y, cada uno a su manera, se acomodó al sistema imperante. Ni siquiera Trump ha podido construir su muro. Mucho ruido y pocas nueces. El único cambio significativo fue el brexit como respuesta a la austeridad impuesta con modos dictatoriales por  Angela Merkel que acabo hartando a los británicos y de una miserable campaña racista contra los inmigrantes por parte de los separatistas.

Hoy en día, un simple virus ha conseguido lo que nunca se había conseguido; detener el mundo entero. Las consecuencias son catastróficas en vidas humanas y pérdidas de trabajo. Son varias las conclusiones que deberíamos sacar de este fenómeno:

1)      Nuestro maravilloso sistema económico que interconecta a todo el mundo es francamente débil cuando un simple virus es capaz de ponerlo en jaque.
2)      La producción de algunos productos estratégicos no deben ser deslocalizados tales como las medicinas o productos sanitarios.
3)      No se puede descuidar la inversión en seguridad social y menos aun reducirla con fines de ahorro de la administración porque a la larga el coste es mucho mayor.  
4)      Ante una crisis, la industria de un país debe estar al servicio de sus compatriotas y reconvertirse para cubrir las carencias de materiales necesarios. Por supuesto, pagando la producción de dichos materiales a un precio justo.
5)      La disminución del agujero de la capa de ozono a dimensiones de hace 4 décadas y la limpieza del aire en las grandes urbes por la ausencia de aviones y coches demuestra la gran incidencia que tiene el hombre en el medio ambiente, pero siendo optimistas también demuestra que los males creados no son difíciles de revertir aún.
6)      Pese a que nos quieran hacer creer lo contrario, esta crisis demuestra que somos mucho más generosos de lo que normalmente creemos. Vecinos que le hacen la compra a los mayores, empresarios y trabajadores que por iniciativa propia se ponen a fabricar material sanitario o el simple hecho de hablar con un desconocido una hora para animarlo son vivo ejemplo de esta actitud. Incluso ha habido enfermos que, dada su avanzada edad, han renunciado a un muy necesario respirador para salvar la vida de un paciente más joven.  Por supuesto también hay desaprensivos que buscan lucrarse con la situación o irresponsables que no dudan en salir a la calle sin motivo porque creen que están por encima de la ley. No obstante en este caso me quiero quedar con el vaso medio lleno.
7)      Una gran parte de los dirigentes de este planeta, que han sido electos democráticamente, han demostrado ser completamente incompetentes al seguir la estrategia del avestruz con esta enfermedad. No quisieron verla hasta que fue demasiado tarde. Los incompetentes fueron ellos, pero ojo, nosotros les votamos. De igual manera esta crisis ha demostrado cuán desalmados pueden llegar a ser algunos líderes que, con un frío pragmatismo matemático, prohíben que se lleven a ancianos a los hospitales para que no los saturen y, además, niegan la ayuda económica a países más pobres y necesitados. Estos también fueron votados.

Por último, existe todo un debate en los medios acerca de cómo será el mundo después de la enfermedad. Algunos afirman que esta crisis nos hará más humildes y conscientes ecológicamente hablando, mientras que otros creen que todo volverá a ser igual cuando aparezca la vacuna. En lo personal, me gustaría creerles a los primeros, pero a mi edad y con varias crisis económicas a cuestas (En México la de 1982 y 1994 y en Europa la de 2008 y ahora esta), me temo que tan pronto se descubra la vacuna volveremos a actuar del mismo modo que antes de la crisis. Eso sí los de siempre, autónomos, pequeños empresarios  y trabajadores pagarán los platos rotos. Ojalá me equivoque.


Thursday, April 02, 2020

LA ESTUPIDEZ COMO SÍNTOMA DEL CORONAVIRUS



No se preocupe si ha dicho o hecho una tontería en los últimos días. Este nuevo síntoma del coronavirus no se aplica al común denominador de los seres humanos, tan sólo a sus líderes. Sí ya sé que la OMS aun no ha decretado este defecto como un síntoma de la enfermedad, pero resulta cuando menos sospechoso que un sinfín de gobernantes padezcan este estado mental combinado con una gran tendencia a la procrastinación y al valemadrismo con respecto a la enfermedad. Creo que los científicos deberían abordar esta faceta de la enfermedad.
Ni siquiera el país que vio nacer a la bestia se ha librado de dicha actitud, pues en un vano afán de poner muros al campo quisieron ocultarla durante un par de semanas con los resultados ya conocidos. Sin embargo -ventajas de vivir en una dictadura-, consiguieron restablecer el orden encarcelando a sus ciudadanos en sus casas durante meses y, en la actualidad, lideran los estudios para desarrollar una vacuna. De hecho, cabe mencionar que en Asia –excepción hecha de China e Irán que aparentemente también hace uso de los privilegios dictatoriales para esconder los muertos-, ninguno otro mandatario ha hecho gala de ese aspecto de la enfermedad. Es más, en términos generales, se puede decir que los países de ese continente tienen bastante controlada la situación.   
Es en occidente donde aflora sin piedad la estupidez de los mandatarios. Siendo benévolos, podemos tener cierta duda en el caso del gobierno italiano. Si bien es cierto que Corea del Sur ya había mostrado el camino a seguir (test masivos y pedir a los ciudadanos que se quedasen en casa), los italianos tuvieron la mala suerte de ser el primer país con un contagio masivo en Europa. Si a eso le agregamos que se trata del país con mayor número de ancianos del continente, el cóctel letal quedó servido. A partir de ahí, el resto de mandatarios ha seguido una trayectoria inquietante, mezcla de incompetencia e irresponsabilidad que resulta verdaderamente inexplicable. Mandatarios que no previeron la compra de material sanitario y cuando lo compraron se equivocaron al hacer el pedido, otros que creían en la defensa del borrego consistente en dejar que se enfermase todo el mundo para que se generasen anticuerpos. Incluso una lideresa tuvo un rapto místico y predijo la llegada de dos aviones con medicinas por 47 millones de euros de los cuales nunca se volvió a saber. ¿Habrán pasado los aviones y el dinero por el triangulo de las Bermudas? ¿Quién sabe? Esa estupidez congénita a los mandatarios occidentales puede adquirir tintes preocupantes de egoísmo cuando ciertos presidentes decretan que la mejor solución es que se jodan los ancianos y permiten que sus ciudadanos sigan circulando libremente por las calles. No es de extrañar que ese mismo líder altamente infectado posteriormente diga: “que se jodan Italia y España. No queremos coronabonos.”
Sin embargo, es en América donde la intoxicación intelectual alcanzó los mayores niveles de saturación en el cerebro. Excepción hecha de Canadá y Argentina, los mandatarios de los grandes países de la región siguieron, el mismo patrón de desprecio a la enfermedad. Uno de ellos seguía saludando de mano y se negaba a ordenar el confinamiento de la gente hasta que los muertos tuvieron que ser transportados por camiones frigoríficos, otro exhortaba a sus ciudadanos a pasear y se refugiaba en unas estampitas de la virgen, mientras que el último, comparaba la enfermedad con una simple gripe. Resulta curioso que Maduro no haya atravesado esta fase, pero según sus detractores, esto se debe a  que vive permanentemente en ella.  
Lo único bueno, es que esta carencia de sangre en el cerebro afecta a los líderes en una primera fase de la enfermedad. Llegado un momento, acaban recobrando el juicio, aunque ya sea muy tarde.