“Tanto tienes tanto vales es la hija de puta
y cruel verdad.” Eso es lo que reza la canción de Ska P “Seguimos en pie”.
Y tal pareciera que se trata de la divisa de Joaquín Benjumea, alcalde de
Villahermosa del Amanecer; ciudad que está compitiendo por la organización de
los Juegos Olímpicos y que, al principio de la novela, está a punto de recibir
la visita de los miembros del Comité Olímpico Internacional.
Con el fin de mejorar las posibilidades de su ciudad para
obtener la antorcha olímpica, Benjumea decide que hay que borrar del mapa a los
mendigos que pueblan la plaza de las Alondras durante el día. Para ello, les
ofrece dos opciones: irse a vivir al
antiguo psiquiátrico del Quinto Pino o coger 2000 euros e irse de la
ciudad. En un primer momento, todo va sobre ruedas hasta que la oferta le es presentada
a Dickens el cuentista; remedo de trovador urbano que hace las delicias de los
menores cada domingo. La negativa de este creador de ficciones de marcharse con
el dinero o al otrora siquiátrico conllevará un rechazo mayoritario de los
mendigos a desaparecer y se volverá la pesadilla del alcalde del partido
Amarillo que funda sus sueños políticos en la consecución de los Juegos
Olímpicos. Así arranca La rebelión de los
mendigos de Salvador Robles Miras (Águilas, Murcia), periodista y pedagogo
y autor de las novelas La exclusiva del
asesino (2015), El delantero centro
se niega a jugar (2017) y Contra el
cielo (2020) entre otras.
La
historia nos es contada en primera persona a través del periodista Liberto
González de la Vega de El Noticiero
Temprano. Más allá de las ambiciones de un alcalde, más allá del sueño olímpico
de una ciudad y del deseo del Gobierno central encarnado en el ministro del interior
Tomás Garrote, también del Partido Amarillo, se establece todo un debate en
esta novela acerca de si los mendigos tienen o no derechos. Para el Partido Amarillo
y sus simpatizantes la respuesta es clara; no. Por ello se niegan en todo
momento a llegar a un acuerdo justo para ambas partes y reconocer la humanidad
de los mendigos. En cambio, sí están dispuestos a todo lo demás con tal de
conseguir su objetivo, engaño, trampa, sobornos y, finalmente, la represión. En
ningún momento, el dinero será un problema. El planteamiento oficial es que las
instituciones no pueden perder frente a lo que ellos consideran basuras humanas,
Por su parte, los mendigos son sabedores
de su debilidad y de las escasas posibilidades de su rebelión pero, al igual
que hicieran los zapatistas en 1994, consiguen exponer a la opinión pública la
injusticia de su situación y, de esta forma, conseguirán diversos aliados entre
los sectores más vulnerables de la sociedad de Villahermosa del Amanecer;
niños, prostitutas y personas con discapacidad.
A
lo largo de la sucesión de entrevistas que realiza Liberto a los mendigos así
como a sus confidentes dentro del consistorio se va desenmarañando esta
historia en la que también se incide en la importancia de los medios de
comunicación y su complicidad con los poderosos. “¡Ay de aquel que apoya al
poderoso frente al débil!”, como diría el Nazareno. Todas ellas coinciden en el
hecho de que no se hace uno mendigo por voluntad propia sino por reveses e
infortunios que orillan al individuo a la mendicidad. Especialmente
enternecedores resultan los personajes de Matusalem el Sabio, Groucho el payaso
y Paloma la escuchadora, así como el propio Dickens. Finalmente, Salvador
Robles Miras nos invita a reflexionar sobre nuestro propio grado de complicidad
con la injusticia a través del protagonista que deberá resolver el dilema de
simplemente contemplar los hechos o comprometerse.
La rebelión de los mendigos es una metáfora del
mundo actual. Todo aquel que no produzca o consuma en ingentes cantidades pasa
a ser mal visto por el poder, los medios y, finalmente, la sociedad cada día
más deshumanizada.