Respecto al debate a 5 que se llevó a cabo el día de ayer caben
varios comentario. En primer lugar que este encuentro fue un poco menos
aburrido que el debate entre los dos candidatos con más probabilidades de ganar
y eso a pesar de que al principio parecía que se trataba de un monólogo a 5
como mencionaban en el streaming online de Democracia Real Ya. Por otra parte,
no comprendo que hacían ahí los representantes de los dos partidos mayoritarios
cuyos candidatos ya habían tenido sus cara a cara particular. Si el PPSOE no
quiere invitar a miembros de partidos con menores votaciones a su debate, se
les debería haber excluido de este encuentro. Incluso ellos mismo, que se
sienten tan superiores, no deberían asistitir por dignidad a estos rifi rafes
menores, pero como ellos mismos son quienes hacen las leyes, pues nada al final
son como el ajonjolí y tienen que estar en todos los moles como decimos en
México. En cambio si deberían haber tenido presencia los partidos
minoritarios del congreso por un simple sentido de justicia. Si partidos como
IU, CIU y PNV critican su exclusión del debate grande, no deberían permitir que
esos mecanismos antidemocráticos se reprodujesen cuando les toca turno de
chupar cámara. Además la solución compensatoria de darle un minuto de grabación
por tema al BNG, CC y UPyD resulta una humillación que ellos no deberían haber
aceptado. Aunque claro para lo que decía alguna de las candidatas en un mensaje
plagado de demagogia y populismo, tampoco se perdió mucho.
Finalmente, respecto al encabezado de este
artículo, diré que no baso mi creencia en la encuesta realizada por El País con
12000 votantes en la que IU ganó por goleada a PSOE y PP, ni tampoco por la
realizada en el ABC, donde, como era previsible ganó Gallardón, pero Llamazares
obtuvo el segundo lugar. En esta encuesta solo votaron unas 2000 personas. Lo
que le dio la victoria a Llamazares no fueron sus dotes de oratoria que, por
cierto, no son muchas. Sin embargo, el cabeza de lista de IU por Asturias supo
establecerse como una tercera opción criticando por parejo a los dos partidos
mayoritarios y desde una perspectiva nacional a diferencia de sus contertulios
nacionalistas, más preocupados en preservar la lengua propia que en el paro,
por ejemplo. Por su parte Gallardon y Jauregui quisieron hacer su particular
debate en lo que fue una copia descafeinada del debate entre Rajoy y Rubalcaba,
sin importarles demasiado las críticas expresadas por éste. Finalmente cuando
todos, en la última intervención, se relamían de la victoria de la política
sobre ETA y buscaban con ese simple hecho justificarse frente a los ciudadanos
que los consideran uno de los mayores problemas de España, Llamazares puso el
dedo en la llaga al recordar el bipartidismo que ha impregnado todas las
instancias judiciales y las carencias del sistema de mínimos de la democracia
española en la que el pueblo no tuvo derecho de votar una reforma
constitucional por imposición de los dos grandes partidos. Por último, terminó
con un mal chiste alegórico al futbol pero que hace hincapié respecto a la
injusticia del sistema electoral “mientras que yo tengo que meter 8 goles para
tener un diputado, ustedes (refiriéndose a PPSOE) solo necesitan 1". Ni
Gallardon ni Jauregui tuvieron valor para rebatir estas obviedades de sobra
conocidas por la sociedad española. Con esa última intervención, Llamazares canalizó su discurso con el de los
indignados y consiguió quitarles al resto su autosatisfacción.
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