“50
años de aislamiento [a Cuba] no han funcionado”. De esta forma, Barack Obama
anunciaba el principio de las negociaciones Con Cuba para normalizar las
relaciones. Amén de la importancia del hecho en sí –el principio del deshielo -, la frase misma también es histórica. No es frecuente
oír a un presidente norteamericano reconocer equivocaciones en su política hacía un
país del continente. De hecho el único precedente que yo recuerdo ocurrió
cuando Bill Clinton dijo que el apoyo a los grupos de la muerte en
Centroamérica había sido un error.
Desde pequeño,
me acostumbré a ver a los gobiernos de los países latinoamericanos como meras
marionetas de los Estados Unidos. Quizá las representaciones más gráficas de este servilismo ocurrieron
cuando el presidente de El Salvador, José Napoléon Duarte, se salto el
protocolo y besó la bandera norteamericana ante los ojos azorados de Ronald Reagan
o cuando Guillermo Endara tomó posesión de su cargo de presidente de un Panamá
aún sangriento por la guerra, en una base norteamericana. Cualquier presidente que
osó enfrentarse a los Estados Unidos, en
el siglo XX, fue destituido por un golpe
de Estado o una invasión o muerto
misteriosamente cuando no asesinado. En algunas ocasiones el relevo no se producía por una cuestión
ideológica sino simplemente de intereses como le ocurrió a Juan Jacobo Arbenz
en Guatemala que quería nacionalizar la
United Fruit Company (posteriormente disuelta por monopolista) y pagar la
indemnización que hiciera falta. La intolerancia de Eisenhower y Nixon y una
campaña de publicidad acusando al guatemalteco de comunista prepararon el
camino para el golpe de Estado de Castillo Armas preparado por la CIA. En el
caso de Madero, primer presidente electo democráticamente en décadas en México,
su caída se debió al hecho de que los americanos lo veían incapaz de pacificar
al país y creían que la mano dura de un militar sería la solución. Dicho sea de
paso, las reuniones de los generales Díaz y Huerta para derrocar a Madero se
llevaron a cabo en la propia embajada.
En
sus primeros 60 años de independencia, la historia de Cuba no se diferenció en
lo más mínimo a la del resto de Latinoamérica y parecía que el barbón de Sierra
Maestra iba a sufrir la misma suerte de tantos otros. No obstante, el golpe de
Bahía de Cochinos fue lanzado con demasiada premura, en un lugar no muy
propicio para un desembarco y avance de las tropas y con una carencia asombrosa
de información por parte de los Estados Unidos acerca de la capacidad de
reacción de Cuba propiciaron ese estrepitoso fracaso. Un año y medio después,
una vez que Fidel Castro abrazara la alianza con la Unión Soviética y en medio
de la crisis de los misiles, se empieza a aplicar el bloqueo a la isla que hasta
la fecha continúa. Sin embargo, esa medida destinada a impedir que la Unión
Soviética aportara más misiles de los que ya tenía la isla, pasado el peligro de la
guerra nuclear y retirados los misiles, se convirtió en el mejor pretexto para
justificar cualquier problema económico o social al interior de la isla e
incluso imponer medidas más restrictivas a sus propios habitantes. “La culpa la
tiene el bloqueo y los gringos”, ya fuera porque escaseaban los alimentos de la
cartilla de racionamiento o por el control agobiante de los comités de defensa
de la revolución. Por supuesto, Fidel y sus ministros nunca padecieron hambre
alguna por el bloqueo, pero sí la población de la cual se esperaba que se hartara
y derrocara al régimen. Por si fuera poco el resto del continente se plagó de
dictadores brutales por lo que era lógico pensar que el odio a Castro no era
por una cuestión de amor a la democracia sino por su ideología y por no
respetar los intereses norteamericanos.
Paradójicamente, los intereses de
los empresarios norteamericanos en la isla que en su día contribuyeron a la
hostilidad entre ambos países, ha sido una de las causas por las que Obama ha
dado este paso. Cuba está cambiando, quizá a un paso muy lento pero inevitable,
tal como lo atestiguan el permiso de
alquilar coches y acceso a internet y a los celulares a sus ciudanos. Los empresarios norteamericanos no quieren perder oportunidades de inversión en la isla por el bloqueo. Por otra parte, el tiempo ha pasado y los países
Latinoamericanos han decidido dejar que sus pueblos voten a sus gobernantes y,
fruto del desinterés de Estados Unidos más preocupado del petróleo de Medio Oriente
y de sus relaciones con China, han podido llegar al poder una serie diversa de
presidentes de izquierda que van desde llamados populistas hasta gobiernos de
corte socialdemócrata. Entre ellos Hugo Chavez que fue el principal promotor de
la CELAC, organismo paralelo a la OEA en la que no se encuentran Cánada y
Estados Unidos por su apoyo al bloqueo y cuyo primer documento fue la exigencia
de levantar el bloqueo a la isla y que fue firmado por presidentes tan
diferentes ideológicamente como Calderon, Santos, Chavez y Lula.
Independientemente de posiciones políticas este acuerdo expresa un deseo
unívoco por parte de los presidentes de la región de ocuparse de sus propios
asuntos y no permitir que nadie ajeno imponga la política a seguir. Esta
exigencia cada vez más unánime de levantar el bloqueo y aceptar el reingreso de
Cuba en la OEA ha sido otras de las claves fundamentales para llegar a este
punto. No es casual que el primer Papa latinoamericano haya tenido un papel
mediador fundamental. Un papa italiano, polaco o alemán difícilmente pueden
entender la cuestión de Cuba cómo lo ha hecho el argentino. Es indudable que el
régimen castrista debe dejar paso a una transformación de la sociedad cubana
hacia la democracia y dejar de este modo la guerra fría atrás de la cual el
bloqueo es unos de sus últimos vestigios, pero lo que no se desea es que el gobierno
de Raúl Castro sea sustituido por una marioneta como ocurrió con Endara y que
se imponga una vez más la voluntad de los Estados Unidos sin respetar a soberanía de
un pueblo Latinoamericano. Esa es la victoria que ha logrado toda
Latinoamérica; el gigante no ha podido pisotear a un país débil y ha tenido que
reconocer su errónea política y sentarse
resignadamente a negociar con un gobierno que hasta hace fechas muy recientes
era la encarnación del chamuco. Ahora
bien, este es tan sólo un primer paso. Difícilmente en corto plazo se verá la
caída del bloqueo teniendo en cuenta que los republicanos controlan las dos
cámaras en Estados Unidos, pero así como mencionaba líneas arriba mi creencia
acerca de la irrevocabilidad del cambio en Cuba, también creo firmemente que
las relaciones se normalizarán y el bloqueo pasará a la historia.
No comments:
Post a Comment