Aqui les dejo este excelente artículo de mi amigo y compadre Alejandro Carnero sobre el racismo hacia los indígenas en su país natal; el Pérú. En los próximos días leeré extractos del mismo en 6º continente.
ESE ANIMAL LLAMADO PERÚ
Por Alejandro Carnero
La discriminación y racismo en el Perú no son temas que hayan sido poco
analizados, se ha escrito bastante y agudamente, sin embargo el impacto de este
cuerpo de reflexiones en el espacio público y simbólico es mínimo, como una
hormiga empujando una roca. El tema salta a los medios periódicamente, por el
hijo de Miki Gonzales hace poco y antes a raíz del incidente en que un artesano
cuzqueño, vestido con ropa de su cultura, quechua, un indio vestido de indio,
fue expulsado de los cines de centro comercial Larcomar y maltratado
por sus empleados tras ir al baño. Como venía con amigos limeños, blancos, se
armó un escándalo que ha terminado con la municipalidad de Miraflores
multando a UVK cines y clausurando el local por 7 días siguiendo la Ordenanza 294-MM.
La sanción fue importante, marca un precedente frente a situaciones que
resumen nuestro espinoso problema de identidad y suceden en mil variantes a
cada minuto por todo el Perú. Me tomé el trabajo de analizar 336
comentarios de lectores a la noticia presentada por el diario “El Comercio”.
83% condenaban el hecho, 17% lo apoyaban con acotaciones racistas o
negacionistas. Como que no había pruebas, o culpaban al muchacho de
acomplejado, de armar un circo, de provocar con esa ropa, de que los indios son
sucios, vienen a Lima y no respetan, otros pedían a los lectores que condenan
que lo inviten a su casa, a ver si se atreven. El lector Gino Huapaya escribió:
“Me parece mal que esté pasando en este tiempo actos como esto, pero con toda
sinceridad yo no sabría qué hacer si hay un visitante así y se sienta a mi lado
en un lugar cerrado, no lo hago por racismo si no que mi nariz no lo
soportaría, caballero a mudarme. Pero desapruebo totalmente esto.”
No sé si concluir que un 83% de voces condenatorias es grato o si debió ser
más alto en una sociedad civilizada frente a una segregación tan contundente.
Entre los lectores que desaprueban el hecho un poco menos de la mitad parece
circunscribirlo a situaciones aisladas que suceden en ciertos espacios
elitistas y el resto lo liga con un patrón constante en las relaciones
interpersonales en el país. Claro, en estos temas en el Perú hay
mucho de boca para afuera al hablar en público.
Volveremos a este incidente para desarrollar nuestra reflexión sobre la
discriminación en el Perú, pero antes acerquémonos por otro lado. Hace poco
terminaron cuatro jornadas de clasificación al mundial Brasil 2014. Es
interesante analizar las imágenes de la peruanidad transmitidas por las
publicidades pre y en medio de los partidos pues es el tiempo en que la
peruanidad está hinchada como un globo aerostático y más que ¡esta vez sí
calificamos!, como venimos diciendo hace treinta años.
Aparte de las propagandas estándar, un tercio de ellas digamos, en que
individuos racialmente entre alemanes y holandeses henchidos de peruanidad
consumen cerveza u otros productos (como cuadros aspiracionales justifican los
publicistas esta contradicción con la realidad), en estas eliminatorias ha
habido propagandas que incluyen selectivamente personajes mestizos, indios o
afros. Ahora bien la mayoría cae en la trampa de ponerlos en situaciones
estereotipadas, “el minero”, “el guachimán”, o en estampas con llamas y
naturaleza propias de un catálogo para turistas. En cualquier caso domina la
gente “bonita”, blanca desde luego, divirtiéndose a su manera: son el punch
line y el espíritu de estas propagandas. Una que llama la atención es la de
supermercados Wong, 64 palabras para el Perú. En esta, de formato muy simple,
manos ponen palabras recortadas en una tabla con un mensaje que en suma dice
que los peruanos todo lo hemos podido, todo lo podemos, todo lo podremos y
entonces calificaremos al mundial. Ahora bien, todas las manos que
ponen las palabras son manos blancas. Si solo van a mostrarse manos en un
comercial deben ser elegantes y pulcras, pero más allá de eso, la mano es de
alguna forma el símbolo de la humanidad, su versatilidad e “inteligencia” es lo
que nos separa de los animales; tenga el lector esto en mente para las
reflexiones que haremos después.
Volviendo al incidente de los cines UVK Larcomar, sin duda uno de los malls
más chics y espectaculares de América Latina, no es algo que sorprenda a nadie
que conozca este tipo de locales en Miraflores u otras zonas de alto poder
adquisitivo y predominancia racial blanca. Con gente de la
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos íbamos hace unos años a discotecas y
bares de Larcomar a hacer un test. Una chica italiana y yo pedíamos entrar y no
había ningún problema. Inmediatamente después venía una pareja chola, de color
de piel no blanco y pedía entrar: les decían que era una fiesta privada,
lamentablemente. Los vigilantes regularmente encaminan a la salida a gente con
vestimenta india con argumentos estrafalarios: hay un video en youtube en que a
una familia aimara le dicen “que los bebes quieren jugar afuera” (los propios
de la familia, a los que aparentemente el guardia puede leerles la mente), y
los encaminan a la salida de Larcomar. A mi esposa, que es una asháninca que
usa solo kushma, la ropa de su cultura, una vez en Larcomar se le acercó un
vigilante a decirle con ceño que si buscaba el baño y que los baños estaban
afuera. ¿What? ¿Por qué buscaría el baño y por qué los baños estarían afuera?
Desde luego se piensa que el indio se intimidará ante la voz firme de la
autoridad y abandonará el lugar, dejándolo bonito. Llevo 8 años con Marishöri y
me he acostumbrado a que en lugares como estos apenas está suelta la vigilancia
se le acerca intimidante cuando no agresiva. Cuando aparezco siempre hay un
fugaz gesto en ellos de gran temor y servilismo como diciendo: “oh… me
equivoqué… esta india venía con el señor… por favor no me cachetee con la
mirada”. Muy ocasionalmente parecen hacer la reflexión de que un amor
multirracial y multicultural es posible. Generalmente parecen pensar algo como:
“bueno, si al señor le gusta tomar su whisky en plato… está en su derecho.
Sigamos.”
Esta inercia mental, la de seguir el pensamiento dominante es El problema,
no solo del racismo en el Perú sino de todas las taras y prejuicios humanos.
Todos los humanos quieren ser especiales. Una minoría entiende que esto
significa precisamente buscar adentro suyo qué le satisface, qué lo
singulariza, qué lo hace él mismo y lo realiza, así sea algo muy común. La
mayoría entiende que se trata de saber cuál es el modelo dominante y de mayor
prestigio en una sociedad y acercarse a él lo más posible: eso los hace
especiales. Este último impulso (paradójico si se lo ve bien) está en el centro
de las dinámicas de exclusión humanas.
Ahora bien en el Perú se sabe bien qué NO es especial: Todo lo que esté
manchado, de afro, amazónico y especialmente andino, es feo y de menor calidad
a lo europeo (sean pieles o fenómenos) y su prolongación criolla. ¿Ahora bien,
hasta qué nivel llega esa mancha?
Inquirido sobre el incidente el administrador de UVK Multicines de
Larcomar, Alejandro Figueroa, declaró que lo que pasa es que el artesano
Ricardo Apaza: “no sabía ni hablar”. A primera vista parece el típico
desplazamiento del racismo y el desprecio étnico hacia una cuestión de
educación. Desde niño he escuchado a mi parentela y allegados
blancos cuando se les cuestiona algún comentario racista decir “es que es la
ignorancia” con tono compungido de quien justifica por qué compra una
refrigeradora extranjera y no peruana: lamentablemente son mejores. Pero hay
mucho más en este comentario del administrador de los cines UVK. Para empezar
es una patraña: si uno ve los videos de las declaraciones del joven Apaza habla
bien español y se expresa de forma articulada. El comentario está destinado
a anular. Saber hablar es lo propio de humanos, lo que nos separa de
los animales. Si como dice el administrador “estos provincianos que vienen a
Lima […] no saben ni hablar” es que son un poco animales, la mancha llega hasta
ese nivel.
La prueba de que no exagero es, claro, “La paisana Jacinta”, programa
cómico de Jorge Benavides, JB, que lleva años con la mejor sintonía en horario
estelar, en uno de los canales más importantes de la televisión peruana,
Frecuencia Latina. Los programas cómicos son un vehículo notable para analizar
la psicología consciente e inconsciente de un pueblo. Jacinta, una mujer andina
vestida dentro de su cultura quechua viene a Lima a buscar trabajo de lo
que sea, “limpiando lunas, vendiendo frunas” dice la canción introductoria. Una
historia común en nuestra capital. El formato es clásico de un programa cómico,
enredos y quiproquos que se dan mientras Jacinta busca trabajo, lo encuentra y
en una palabra, la caga sin parar. ¿Cómo es Jacinta físicamente?: desdentada,
fea, desaliñada, con porte chorreado y mirada estúpida. Pero es al intentar
trabajar cuando muestra su ser interior. Se ve entonces que es
irremediablemente bestia: habla de manera gutural, no entiende nada, no sabe
nada, no aprende nada, por momentos se pone muy violenta y golpea a la gente y
siempre hace un desastre del trabajo que le tocó. Esto se repite en cada
episodio. Siempre hay un personaje que la ayuda y entonces ella quiere
retribuirle abrazándolo pero este aunque nice busca alejarse con gestos de que
apesta. El “jefe” de turno le quiere dar oportunidades y soporta sus
barbaridades pero termina concluyendo que es imposible, que no hay manera “Ay
paisana, ay paisana… no se puede”. Y es una conclusión para todo el
Perú: los indios no pueden ser útiles, no pueden mezclarse con la civilización,
sus capacidades no les dan. Ahora bien, ¿la civilización es lo propiamente
humano, no? Son entonces animales.
Si recordamos, el debate y dilema de si los indios eran animales, o con los
términos de la época: ¿si tenían alma?, estuvo encendido en los comienzos de la
colonia español., Como se sabe, el Padre Bartolomé de las Casas logró convencer
a la corona de que eran humanos. (En cuanto a la profundidad humana del cura de
las Casas, Borges tiene en Historia universal de la Infamia una frase que
ahorra cualquier comentario: “En 1517 el padre Bartolomé de las Casas tuvo
mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de
las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de
negros, que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro
antillanas.”)
Ahora bien parece que en muchas mentes peruanas no ha cesado de estar
presente, y que una parte tendería a responder que no son humanos. Si no
cómo se explicaría que un programa como La Paisana Jacinta -
simplemente inconcebible en cualquier país que se respete- tenga tanto éxito y
casi diez años. Aunque activistas de derechos humanos han logrado sacarlo
temporalmente ha vuelto siempre triunfal en nombre de la libertad de expresión.
En los Estados Unidos provocaría revueltas populares que se transmitiera una
visión así del afroamericano o también si fuera el caso de alguna de las etnias
minoritarias en Europa. Pero aquí Jacinta no es la minoría sino la mayoría, y
uno se pregunta qué tan enfermo puede estar el peruano para reírse de su
animalidad siendo que prácticamente todos tenemos una Jacinta como madre,
abuela, bisabuela o varios componentes del árbol genealógico. (Como
es sabido, para el lado afro Benavides tiene al personaje del “negro Mama” que
muestra todos los elementos animales de Jacinta solo que en su caso es
físicamente lo más parecido a un gorila y tiene tendencia a robar, un prejuicio
clásico en el Perú contra sus afros).
Aunque el fondo ideológico sea execrable JB es un buen actor. Así, uno de
los “atractivos” de Jacinta es como es ridiculizado el tono quejoso suplicante
con que el andino humilde habla a quien considera un superior en la vida. En su
libro Los Ríos Profundos, José María Arguedas cuenta de un pongo, un empleado
de casa, de que lo recibe a él y su padre en el Cuzco. Cuenta: “Tenía un poncho
raído, muy corto. Se inclinó y pidió licencia para irse. Se inclinó como un
gusano que pidiera ser aplastado.”
Desde luego se trata de una estrategia de supervivencia ante la violencia
extrema del conquistador español, y sus sucedáneos peruanos, pero que no es tan
común en el indio amazónico. No desde luego por mayor valentía sino que los
españoles allá llegaron bastante más tarde, dispersos y la geografía de la
selva mitigó mucho su capacidad demoledora. Especialmente, tuvo éxito la
revuelta de Juan Santos Atahualpa que expulsó a los españoles por más de cien
años y retardó hasta la Republica peruana la “conquista” de la selva.
Stefano Varese en la Sal de los Cerros cita tal cual un manuscrito de un
franciscano evangelizador que muestra la actitud del asháninca frente a la
penetración occidental en épocas de la Colonia española: “El 30 de agosto de
1686 la expedición franciscana a San Miguel del padre Manuel de Biedma se
encuentra bajando el Rio Tambo. Acompañan a los españoles algunas canoas
cunibo. De pronto, desde una ensenada, aparecen dos indios, uno mochovo y el
otro asháninca. Los misioneros se acercan a ellos y les ofrecen agujas y campanitas,
pero estos rechazan los regalos y frente a las insinuaciones doctrinales de
Biedma, el asháninca contesta “con pertinencia herética diciendo que nosotros
adorábamos un palo (la cruz) y que su Dios les daba chacras y de comer; y
vuelto hacia los conibos les decía que mirasen que los llevábamos engañados
para hacerles esclavos…”
Esta actitud tiene que haber encontrado Juan Santos Atahualpa
cuando fue del Cuzco a la amazonia para organizar la revuelta. Pero asimismo es
la que encontró Alan García en el 2009 en Bagua. Evidentemente el
poder central no esperaba una defensa de su territorio por parte de los indios
amazónicos, pensaron que se dispersarían apenas oyeran los primeros
helicópteros y balazos al aire. Pero no se movieron ni con los balazos al
cuerpo y además contraatacaron y al parecer terminaron matando un número igual
de policías que sus propias bajas. Se mataron como se matan los humanos cuando
la confrontación llega a ese nivel. Y Alan García fue entonces tan explícito
como la Paisana Jacinta en cuanto al inconsciente que rige al Perú, a buena
parte de él. Abiertamente llamó a los indígenas “ciudadanos de segunda clase”,
“barbaros”, “primitivos”. Este último calificativo no engaña a nadie,
hace alusión a razas de homínidos pre-civilización, es decir, de nuevo, los
indios son animales. Tendrían que haberse doblegado y dejarse guiar como
ovejas. Si este atroz incidente dejó boquiabierto y echando espuma de
irritación al gobierno y cientos de funcionarios y voceros mediáticos e
institucionales, es porque se mataron de igual a igual, como humanos, balazos
en la cabeza contra lanzas en los cuellos.
De aquí a décadas, quizás siglos, el Perú mirará la ceguera de estas
generaciones frente a la identidad peruana, la intensidad de su propio
auto-desprecio, con la perplejidad e incomprensión con que se mira a los
alemanes que “sin querer queriendo” como diría el Chavo, convivieron,
permitieron el Holocausto que desarrollaban los nazis ante sus ojos. Hacemos la
comparación, claro, en cuanto a la inercia pasiva y cobarde ante un
error flagrante, no a las masacres. Aunque pensándolo bien, también.
Múltiples holocaustos indígenas han sucedido en los siglos pasados, y el último
hace poco más de diez años. La Comisión de la Verdad ha determinado que el 75%
de los asesinatos de la guerra civil de 1980-2000 tenía como lengua
materna una indígena, que la actuación de Sendero Luminoso frente a los
ashánincas puede tipificarse como genocidio, que si se calcula los asesinados
ashánincas en proporción a su población y la peruana hubieran sido dos millones
los muertos.
Con las presiones por el caos ecológico que puede avecinarse, con un
sistema económico internacional claramente no manejado e irracional, no es
descabellado imaginar que pueden explotar tiempos duros en el mediano y largo
plazo. Y una sociedad tan descuajeringada y enferma en su alma como la peruana
siempre será peligrosa para sí misma.
2 comments:
Pues reproducelo en tu pagina...
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