Un gato
se acerca sigiloso a un canario. Repta, más que andar por los pastizales del
jardín. Contrae sus patas para reunir toda su fuerza en un solo salto. Y se
lanza hacía los cielos con la esperanza de robarle al pajarillo el secreto de
su alma ligera. El canario escapará o morirá, pero jamás revelará su secreto,
por más que el felino lo torture dándole
falsas esperanzas de fuga que serán brutalmente interrumpidas, una y otra vez,
por una cruenta zarpa. El ser alado no se engaña; sabe que su trabajo es tan
inútil como subir una enorme piedra a la cima de una loma para verla caer y
volver a iniciar. Pero también sabe que toda pasividad es una traición y que la
única forma de escapar al absurdo de la muerte es luchar en vano por la libertad.
El gato, por su parte, al recaer sobre el suelo, sentirá toda la amargura de un
ángel caído. No hay dolor más grande que contemplar el paraíso y luego
perderlo. Sólo un ovillo de lana o acaso un bol de leche le harán olvidar su
anhelo de perfección que lo llevan a despreciar a los humanos impuros.
1 comment:
Post a Comment