Se
aprestaba el tenor a cantar la famosa aria “Lucevan le stelle”. Previamente,
Cavaradasso había recibido la confirmación de su sentencia de muerte en carta
debidamente sellada. Imitando a Plácido Domingo en la grabación hecha en Sant
Angelo; desde mi gusto mejor que la interpretación de Pavarotti que parecía
haber visto la derrota de su equipo de futbol, Cavaradossi avanzó unos pasos
absorto en el único pensamiento de su cercana muerte. Empezó a sonar entonces
esa melodía dulce y triste.
Casi al mismo tiempo, inició el
temblor. Yo me encontraba en el gallinero. Era lo más que nos podíamos permitir
Diana y yo. En aquel entonces éramos estudiantes pobres y gracias al carnet de
maestra de su tía podíamos ir un par de domingos al mes a la opera. Ambos
supimos, desde el primer momento, que nunca llegaríamos a salir en caso de
derrumbamiento. Por ello, a diferencia de los espectadores histéricos que
corrieron a las escaleras, en un absurdo deseo de bajar 5 pisos en 30 segundos,
nosotros nos quedamos sentados oyendo los dulces recuerdos de Cavaradossi al
conocer a Tosca. Quizá la única forma en que supimos comunicarnos en ese
momento fue dándonos la mano e intercambiando un beso de amor y miedo. Nunca me
sentí más unido a ella. No obstante, lo que más nos impresionó aquella tarde
dominical fue que, pese al temblor y el movimiento de los espectadores, la
orquesta siguió tocando y los actores cantando.
Finalmente, el movimiento telúrico
cesó al tiempo que el tenor exhalaba con voz potente y desgarrada su “nunca he amado
tanto a la vida”. Minutos después, la obra acababa y los espectadores que nos
habíamos quedado aplaudíamos a rabiar. La emoción era tal que saltábamos
pidiendo un bis. Fue entonces que ocurrió lo inesperado. Un foco de la
iluminación se cayó yendo a dar directamente a la cabeza del tenor. Ante tal
conmoción fuimos inmediatamente desalojados. Mientras que íbamos hacia fuera,
le dije a Diana: “Al final sí lucieron las estrellas para Cavaradossi, pero no
como él pensaba.” No sé si fue el chiste de mal gusto o la conmoción que le
produjo saber que el cantante había muerto esa misma tarde. El caso es que la
siguiente vez que hablamos, Diana me dijo que habíamos terminado y hasta el día
de hoy la echo de menos.
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