“todo hombre vive
su propia vida y muere su muerte
propia”
Rainer Maria Rilke
Leo en el informe mundial de
prevención del suicidio, que alrededor de 800000 personas se suicidan cada año.
Prácticamente el 80% pertenece a ciudadanos de países pobres y es la segunda
causa de muerte entre los jóvenes con edades que van desde los 15 a los 29
años. Hay una relación de 2 por 1 entre hombres y mujeres y, en los países ricos,
el ratio puede aumentar a 3 hombres que se quitan la vida por una mujer. De
igual manera, resalta el informe la necesidad de conocer los medios más
populares empleados, para poder obstaculizar la meta de los suicidas y, visto
que en muchas ocasiones se trata de actos impulsivos, ganar un tiempo precioso
que puede conllevar el recapacitar en la decisión final.
Se trata en
definitiva, de un amplio estudio multidisciplinar que busca concienciar a los
gobiernos de la gravedad de la situación y reducir el número de muertos por esa
causa paulatinamente. No obstante, en ninguna de las 92 páginas del informe,
veo la falta de esperanza individual y colectiva como uno de los factores de suicidio. Dicho de otra manera, ¿qué nos
ofrece esta sociedad del libre mercado en la que vales en función de lo que
consumes para llegar a pensar que el mundo es maravilloso? ¿Qué futuro alternativo al de ser esclavos de
las maquilas aporta este glorioso mundo nuevo para los habitantes
desfavorecidos de países pobres? Peor aún, la robotización y por ende la
pérdida de millones de empleos hacen más oscuro el futuro para todos los trabajadores del mundo. ¿Qué
esperanza tienen los jóvenes de hoy (el mayor porcentaje de suicidas son
jóvenes) que saben que los empleos del mañana, en muchos casos, serán
realizados por robots? Esto último conllevará que muchos de ellos, por muy bien
preparados que estén y por mucha vocación que tengan no puedan ejercer
Por otra parte,
cualquier Estado tiene la obligación de crear las bases mínimas para que sus
ciudadanos puedan buscar su felicidad. Dicho de otra manera, el Estado debe
proveer seguridad, estabilidad, libertad y acceso a la salud y a la educación a
sus ciudadanos para que tengan una oportunidad de medrar. Un Estado como el salvadoreño
o el sudafricano que no es capaz de asegurar la seguridad física de sus
ciudadanos o como el de Haiti o Niger cuya economía es un completo desastre no
tiene ningún derecho a poner trabas
a aquellos ciudadanos que desean quitarse la vida. Lo mismo ocurre con el
infierno terrestre también llamado Corea del Norte. ¿Qué derecho tiene Kim Jong
Un a dificultarle a sus ciudadanos quitarse la vida después de habérselas hecho
miserables en todos los sentidos? Ninguno. Por el contrario en todos esos casos
debería de facilitárseles el trabajo. Una vez que el Estado ha fracasado en su misión
básica, debería reconocer su error y crear macro salas suicidas en las que el
desafortunado pudiese recibir un último deseo mientras que se le quita la vida
de manera indolora mediante unas pastillas o cualquier otra solución. Desde
luego, si Kim Jong Un fuera consecuente estaría feliz de deshacerse de todos
los críticos con su despótico régimen. No obstante, amén de la moral religiosa
sobre la materia, existe una razón por la cual los gobiernos de todos los
signos políticos habidos y por haber intentan impedir que sus ciudadanos se
quiten la vida. Y la razón es muy sencilla, cada suicidio representa un fracaso
individual y colectivo. A mayor número de suicidios, mayor fracaso del Estado
en el que ocurre. En la película “la vida de los otros”, el protagonista
mencionaba que la oficina de estádistica de la RDA había dejado de informar acerca de los suicidios de sus ciudadanos tras
constatar que solo otra nación comunista en Europa tenía peores cifras. Cómo se
puede defender las bondades de cualquier régimen con esas cifras.
Por ello no es
de extrañar que no solo no se facilite la labor sino que se oculte la
información. En España, cada día 10 personas se quitan la vida en promedio. Sin
embargo, los telediarios y la prensa no hablan de ello con la asiduidad que
mereciera el caso. Precisamente hoy se ha dado luz verde a la
regulación de la eutanasia en este país. El objetivo final es que los
ciudadanos con enfermedades incurables que padezcan sufrimientos físicos y/o
sicológicos puedan escapar de ellos con la eutanasia. La sociedad española,
concientizada por los trágicos casos de Ramón Sampedro y María José Carrasco,
ayudados por sus parejas a terminar con sus vidas ya que ellos no podían
hacerlo por estar impedidos físicamente, apoya ampliamente esta ley. No
obstante, el partido popular acusa al
gobierno de buscar reducir con la eutanasia el número de personas dependientes
a fin de economizar dinero a la Seguridad Social, mientras que VOX asevera que
el gobierno busca equilibrar las cifras demográficas ante los bajos índices de
natalidad.
En el fondo,
lo que les molesta a esos partidos, al igual que en el caso del aborto, el
divorcio o el matrimonio homosexual es que las personas elijan libremente qué
hacer con su vida o con su muerte. Prohibir el suicidio o su intento, en
aquellas naciones en que todavía está
penalizado, implica convertir al ser humano en esclavo de dicho estado. De
hecho, los romanos permitían a los ciudadanos suicidarse, pero se lo tenían severamente prohibido a los
esclavos. “Ud. vive porque yo lo digo”. Negarle la eutanasia a una persona que
sufre y desea morir, por otra parte, es
un simple acto de sadismo.
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