Avanzamos
en busca de la unión del cielo y la tierra; síntesis y realización de todos
nuestros anhelos. No importan cuán lejos se encuentre este grial ni cuán
abrupto sea el terreno. Somos seres cargados de horizontes y marchamos con
lluvia en la cara, demencia febril e ímpetu fundamentalista. Avanzamos con la
vana ilusión de que algún día la frontera que une la carne y el espíritu se
detendrá y poco a poco podremos verla ensancharse a nuestro cada vez más
seguro paso. Sólo cuando nos detenemos,
cuando ya nuestra pisada se ha vuelto vacilante, y volvemos nuestra vista
atrás, nos damos cuenta de que nunca llegaremos al horizonte porque éste marcha
siempre entre nosotros. Es nuestro maná y nuestra tierra prometida y sólo
cuando decidimos que ya no lo necesitamos, entonces empezamos a morir.
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