La
amargura del exilio nace con los primeros padres que, atentos a los actos del
superior, expulsan a la vida la vida misma. Tan rigorista fallo es motivo de
vergüenza y dolor en cada uno de los sentenciados y son multitud las causas que
desencadenan la maldición, así como las distancias que debe recorrer el
repudiado según la época. Exilio del paraíso, exilio de la cueva, de la casa, de la ciudad, del país, exilio político, exilio
del hambre; e incluso exilio de uno mismo, el más ignorado y peligroso de los
destierros. Sin embargo, todo ser rechazado desde el ángel caído hasta el rey destronado, pasando por el
emigrante hambriento conserva siempre la esperanza del retorno triunfal en el
que le será devuelta su dignidad e impartirá la justicia. La amargura del exiliado
nace de una visión siempre incumplida como los manantiales del desierto para el
sediento.
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