En las fronteras del amor es un
libro que relata con gran minuciosidad el infierno de una pareja que desea
tener un hijo, pero simple y llanamente no puede. En pleno siglo XXI en que la
sociedad se considera tan moderna y que parecieran superados los tabues relacionados con la infertilidad,
el miedo atávico a no tener descendencia o incluso la idea de un castigo divino,
resulta que son muy actuales según se deprende de la lectura de esta novela..
Una de las mayores virtudes de
esta obra de Antonio López Alonso radica en la amplitud de miras con la que
aborda este problema. El hecho de que la pareja no tenga ningún problema
aparente para procrear no es ningún alivio sino ahonda en la idea de una
maldición divina por parte de la protagonista y narradora Silvia. Los
compañeros de trabajo y vecinos de Antonio y Silvia no muestran ninguna
compresión hacia ésta cuando cae en depresión. Igualmente El entorno familiar
se convierte en el escenario de una lucha encarnizada entre Antonio, Flora y
Silvia sobre cómo se debe llegar al objetivo una vez que el medio natural ha
sido rechazado. Al dolor por no poder tener un hijo se suma en el caso de
Silvia la incomprensión de sus seres queridos que no entienden su rechazo a los
atajos que le ofrecen.
Por si fuera poco, las
instituciones también parecen conjurarse en contra de la Familia Pajaron. El
hecho de que Silvia tome antidepresivos para superar el dolor de su
imposibilidad de tener hijos se vuelve en motivo suficiente para que se le
rechace la posibilidad de la adopción. Solo un largo juicio le restituirá ese
derecho perdido por la indiscreción de su criada.
Dividida en tres partes, En las fronteras del amor describe tres
infiernos distintos que van desde los intentos de la pareja de solucionar sus
problemas procreativos con la ayuda médica para luego pasar a la búsqueda de la
adopción y finalmente terminar con el tráfico de bebes. Cada uno de estos
caminos conlleva tentaciones sobre si tomar la solución fácil o hacer lo
correcto: intentar tener un bebe probeta o seguir sus creencias religiosas,
robar el hijo de una mujer que no lo desea o devolvérselo, pagar por un niño
del tercer mundo o denunciar la institución que promueve dicho trato. Y en más de una ocasión los protagonistas
sufren violentas permutaciones fruto de esta lucha ética. Tal es el caso de
Antonio, el esposo que no duda en descargar su rabia y moler a golpes al cura
del barrio una vez que Silvia decide no intentar tener un niño probeta,
haciendo caso de sus creencias religiosas.
Sin embargo, no siempre lo correcto prevalecerá en la decisión de la
pareja que estará dispuesta a pagar por un bebe en Camboya. Pero este
reprobable hecho pasará desapercibido ante el último infierno que describe
López Alonso. La última parte del libro retrata sin ningún tipo de pudor la suerte de los
niños de países del tercer mundo esclavizados, usados como medio de lucro y prostituidos. Cuan
más grave es este infierno que pareciera que todas las autoridades e
instituciones están coludidas en el negocio y que la víctima no tiene
escapatoria alguna. Más aún si se trata de una niña extranjera embarazada. En
los viajes por Camboya de la pareja, Mun, un niño de 10 a 12 años se convertirá
en el Virgilio de Silvia para desvelarle los círculos de este horror sin que
ella sufra daño alguno. Pese a la dureza de lo relatado López Alonso deja
espacio a un poco de optimismo al surgir personas e instituciones que no se
dejan corromper y luchan contra esa lacra.
Finalmente, esta última parte nos conduce a un fina engañosamente l
previsible de la novela. Sin, embargo, no digo estas palabras a modo de crítica
sino como alabanza. En su obra de teatro, El caballero de Olmedo, Lope desvela
la funesta suerte que correrá el protagonista al poner en boca de una sirvienta
las palabras “el será tu esposo, la gala de Medina la Flor de Olmedo”. En
aquella época, existía una popular canción que narraba el asesinato de un
caballero “Ay, que de noche lo mataron/ la gala de Medina/ la flor de Olmedo.” En
ambos casos, el merito de los autores radica en la forma en que desarrollan sus
textos para que, pese a conocer su final continuemos leyéndolos y en este caso
concreto, más de una vez López Alonso consigue hacernos dudar sobre el
desarrollo de los hechos para luego volver a la ruta trazada. Por último quisiera destacar el ritmo cresciente y trepidante con que está escrita la novela partiendo de un arranque lento. Este ritmo captura la atención del lector y lo obliga a seguir hasta el final. Felicidades Antonio.
No comments:
Post a Comment