V. Pasar a limpio el
texto; reinvención de lo escrito
Cuando escribo
directamente en la pantalla del ordenador, suelo emplear el corrector de Word para
corregir los fallos más evidentes y, posteriormente releemos una y otra vez el
texto hasta que éste quede a nuestro gusto. En el caso de la escritura a mano,
existe una primera escritura y, luego, el proceso de pasar a limpio lo escrito.
Básicamente la
primera escritura viene a ser una especie de borrador. Por mucho que pretendamos
pulir en la hoja entintada, debemos refrenar nuestro ímpetu so riesgo de dejar la
página como un colador. Algo así como quedaron algunas grabaciones del watergate
después de la censura previa de Nixon.
Inconscientemente sabemos que esa primera escritura no es ni mucho menos la
definitiva y solemos ser más tolerantes con los fallos. Al pasar a la pantalla
el texto, surgen una serie de frases y párrafos que agregamos de forma como si
se tratase de una inspiración del momento, pero más bien forma parte de una
cavilación entre ambas escrituras. En cambio si plasmamos nuestras ideas
directamente sobre la pantalla, hacemos las correcciones en el momento sin
dejar descansar el texto. Evidentemente, el proceso pasa luego por una
relectura que suele ser incómoda si se hace directamente a la pantalla. Esa
incomodidad, si el texto es largo, facilita una cierta tolerancia con lo ya
plasmado. De ahí que muchas personas prefieran imprimir sus textos y releerlos
lápiz en mano. Esta opción se asemeja un poco más a la propuesta, pero no deja
de ser una relectura y no una reinvención de lo escrito.
En el próximo
capítulo responderé a todos aquellos que me han tildado de reaccionario,
inmovilista y carca por emplear la hoja y la pluma en lugar del pc. ¡A mí!, que
jamás votaría por el Partido Putrefacto y que jamás volveré a votar por el
Partido de los Sinvergüenzas Organizados de España, ¡Qué vergüenza! A
continuación les dejo con la continuación del relato que nadie alcanzó a descifrar
por lo que me ahorro la cerveza J
-Lo siento consiglieri. Me caes
bien, pero no puedo dejarte ir. No obstante te prometo que tu muerte, una vez
que me haya eliminado a tu jefe.
-Yo podría serte útil. Trabajaría
para tí
-No me cabe la menor duda, pero
sé que tienes mucha devoción al que pronto será tu ex jefe y no puedo
arriesgarme. Es preciso.
Se dirigió a su acólitos:
-Nuestros enemigos están arriba.
Apenas tienen municiones con que defenderse. Los masacraremos a todos en
caliente y quiero que él lo vea todo antes de morir, pero hasta entonces no
quiero que le toquen.
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