VIII
La experiencia de escribir con pluma estilográfica. Último capítulo
Este es el
octavo y último capítulo que escribo a mano. Curiosamente, también es lo último
que escribiré en este cuaderno que llega a su fin con este artículo. Y siendo
que este es un doble canto del cisne, he decidido hacerlo de la manera más
elegante posible; con una pluma estilográfica que le pedí prestada a Vicky.
Ella me pasó su Mont Blanc con una mirada de desconfianza. Pero cuando me vio
como me desempeñaba con ella entre las manos …. una lágrima resbaló de su
mejilla. Pese a no ser un experto en la materia, sé como todo el mundo que el
uso de estas plumas es más complicado de lo que parece. En primer lugar, si el
cartucho es nuevo y de distinto color al anterior, hay que hacer una serie de
garabatos hasta que deje la pluma de pintar con el anterior color y pase al
nuevo. En segundo lugar, siempre es fácil mancharse las camisas y finalmente,
existe el riesgo de que se seque el cartucho. Me indica el experto en la
materia Armando Ávila, que, en dicho caso lo que hay que hacer es sacar el cartucho, lavar la
pluma con agua caliente. Posteriormente se sopla para vaciarla y finalmente se
pone un cartucho nuevo. Además, en ocasiones pareciera que la tinta no quiere
salir y uno batalla desesperadamente para escribir una sola letra. Aunque me
indica Vicky que eso se debe más a mi falta de pericia que a la pluma en sí.
No
obstante todo lo dicho, escribir con una pluma estilográfica proporciona al
autor una sensación aristocratizante. Uno se siente estar compartiendo las
mismas sensaciones que cualquiera de los autores admirados habrían sentido al
escribir sus obras culmen a los que jamás los imaginaríamos con una pluma bic, por
ejemplo. En cambio si los visualizamos fácilmente con una Mont Blanc por más
que, quizá, esos autores empleasen máquina de escribir y no tuvieran ingresos
suficientes para darse esos lujos. Otra de las razones por las cuales nos gusta
emplear una pluma estilográfica radica en un cierto gusto secreto por hacerla
desfilar la punta sobre la celulosa. El ruido mismo, como un tañido tímido de
violín y el procedimiento ritual de dejar un tiempo prudencial pasar antes de
cerrar el cuaderno para dejar que la tinta se seque forman parte de ese oculto
placer. En fin, se trata de una experiencia en la que el autor busca estar al
nivel del medio empleado.
En estos artículos, hemos visto
las ventajas e inconvenientes de escribir a mano. Recapitulando, diré que esta
experiencia me ha permitido conectar con el autor de mis primeros textos y
disfrutar haciendo lo que más me gusta en el mundo, amén de hacerlo con más
asiduidad y concentración una vez que me he alejado de las tentaciones del PC
(y eso que ahora se están llevando a cabo los juegos centroamericanos y por
primera vez en décadas, México le está ganando a día de hoy a Cuba en el medallero. Asimismo esta experiencia me
ha permitido un enriquecimiento de mis textos al reescribirlos en el ordenador.
Sólo espero que ustedes hayan disfrutado tanto de este ejercicio leyendo los
artículos como yo escribiéndolos. Gracias
P.D. Mañana Subiré el relato íntegro incluídas las dos hojas que había dejado de desafío y que ninguno tuvo la capacidad de dilucidar por lo que me ahorro la botella de JB ¡JOJOJO!
2 comments:
Escribir a mano, y especialmente a pluma, es una delicia, una experiencia.
Ese "tañido de violín" es la música de este sincretismo: mano-plumín-tinta...
Felicidades.
Y mucha suerte.
Rafael
Hola:
Cómo puede ver llevo un rato sin revisar el blog. Lamento no haber contestado antes a su comentario, el cual agradezco de todo corazón.
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