- Estoy encerrado
–dice el insecto.
-Menudo
avispón. Lo ignoraré hasta que salga. Yo a mi partida de ajedrez -concluye el
filósofo.
-Vuelo y no logro
liberarme -comenta angustiado el ser
alado.
-Me distrae. La
puta máquina me comió la reina –constata
irritado el filósofo-.
-No puedo.
Será mejor descansar un rato –dice
jadeante el avispón.
-Tengo que
ayudarlo. Lo llevaré a la ventana –decide el pensador.
-¿Por qué me
acerca éste ese objeto blanco y negro? Lo inspeccionaré –afirma el ser alado.
- Está sobre el
diario -piensa para sí el pensador.
-Todo se mueve. Él me tendió una trampa. Ahora
verá –amenaza el himenóptero.
-¡Será cabrón!
Me atacó, pero lo esquivé. Abriré la ventana y esperaré a que salga –pronostica el devorador
de libros.
-Lo Juzgué mal;
solo quiere ayudarme. Ya salgo. ¡Ay! –grita el Vespa crabro.
-Será imbécil Meterse
justamente entre las dos hojas. Lo maté –confiesa el que solo sabe nada-. Será
mejor sacarlo.
-Nunca te fíes
de un ser bípedo –concluye agonizante el insecto de la familia Vespidae.
-Esto demuestra la futilidad del
esfuerzo humano. Buscamos ayudar a los demás y acabamos destruyéndolos
–concluye existencialista el hombre-. ¡Qué vida!
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