Friday, January 13, 2017

Robespierre


Le pusieron de nombre Robespierre porque chingaba a todo el mundo. Al menos esa era la explicación que daba mi padre cuando se le preguntaba al respecto, ya que era él el que había bautizado al felino. No paraba de correr y saltar, como si fuese un potro desbocado y a veces, sin aviso previo, trepaba por entre el cuerpo de la persona que se encontrase más cercana hasta llegar al hombro e instalarse sólidamente ahí. En esas ocasiones no había nada que hacer salvo esperar a que el gato se hartase de posición tan incómoda y bajase por su propio pie. No obstante el descenso le resultaba más complicado que la subida por lo que había que facilitarle la cosa. Lo mejor era sentarse en la cama y reclinar lentamente el cuerpo hacia atrás hasta que el minino viese cerca la cama y se animara a saltar. Había sido recogido de la calle por mi hermano Enrique cuando no era mayor que una pelota de tenis. Tenía un pelaje gris brillante y ojos amarillos. Durante los primeros días todos los miembros de la familia teníamos que tener mucho cuidado de donde nos sentábamos, especialmente si era en una cama, ya que no era fácil distinguir a Robespierre de un simple bulto. Cuando ya tenía un año, las precauciones permanecían. Sin embargo, ahora teníamos miedo de sentarnos cerca de Robespierre porque este no dudaba en atacarnos con sus uñas. Sin embargo, el felino también proporcionaba grandes momentos de diversión cuando los miembros de la familia, especialmente mi padre conversaba con él y lo amenazaba con la aparición del zorro que jala la cola.
-Van a venir el coyote y el zorro para jalarte de la cola y de los bigotes decía en tono amenazante a Robespierre.
Este, haciendo honor a su nombre y  lejos de arredrarse, replicaba en su idioma a dichas amenazas y así ambos se podían pasar horas enteras. Incluso algunas veces la realidad parecía querer ajustarse a la conversación como cuando, en un partido de la selección un jugador de apellido coyote fue derribado en el área. El padre intervino inmediatamente:
-Le jalaron la cola al coyote y el árbitro marco ¡penalti!

Sin embargo, la principal afición de Robespierre, además de tumbarse al sol, consistía en saltar de una ventana a otra en una parte de la casa donde ambas ventanas, que pertenecían respectivamente a la cocina y a la zotehuela,  formaban un ángulo recto. No le importaba que hubiese 4 pisos de caída entre ambas ventanas. Sin embargo un día, tras saltar, se encontró con que la ventana de la cocina estaba cerrada y tras chocar contra el cristal cayó al vacío para aterrizar en el capó de un coche. Gastó 6 de las 7 vidas, pero milagrosamente sobrevivió. Mi madre, preocupada por la salud del minino decidió llevarlo al veterinario. Como diría el chapulín colorado, ella no contó con la astucia del facultativo que le recetó a Robespierre un desinflamante sin considerar que pudiera ser alérgico a la medicina. A las 2 horas murió. Nunca había tenido un gato tan loco y nunca lo he olvidado.    

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