Cada año, en
estas fechas se celebra el día de San Isidro; santo patrón de Madrid. La
tradición exige ir a la pradera de San Isidro vestido de chulapo o chulapa, beber
del agua del santo que sale del caño de la Ermita San Isidro, comer toda clase
de platos típicos entre los que destacan
las rosquillas tontas (sin recubrimiento) y las listas (con baño de azúcar) y bailar un chotis.
Desde el siglo
XVI, la gente acostumbraba ir a la pradera a merendar y algunos de los cuadros
más famosos de Goya se sitúan en ese ambiente. Benito Pérez Galdós le dedicó
una novela a estos festejos. Cómo
podemos ver se trata de una celebración de varios siglos que ha sobrevivido a guerras
y otra clase de desgracias. Sin embargo, siendo un punto de aglomeración de
madrileños, desde hace unos años ha surgido una figura que si bien no consigue
aminorar el entusiasmo popular si empaña de algún modo la fiesta. Me refiero al
político atrapa votos.
La primera
política que vi disfrazada de chulapa fue la populista Esperanza Aguirre. No sé
si fue la primera, pero el caso es que aparentemente dio en la diana ya que en
la actualidad todos los políticos de Madrid, independientemente de su
ideología, se disfrazan y asisten en masa a la pradera de San Isidro. Su afán
de mimetizarse con el pueblo los lleva a hacer ridículos tales como bailar o
cantar un chotis aunque no tengan ni idea.
Y yo me
pregunto, ¿a quién quieren engañar? Como quieren que creamos el resto de los madrileños
que ellos también forman parte del pueblo cuando tienen una situación laboral a
prueba de coronavirus. Mientras que millones de españoles se encuentran en vilo
sin poder trabajar, ellos siguen cobrando su salario. Mientras que los
españoles tienen que trabajar décadas para alcanzar una cada vez más dudosa
jubilación, a ellos les bastan unos pocos años. En fin si algo bueno tiene este
coronavirus es que nos ha liberado de ver a los políticos haciendo el payaso.
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