No se
confundan. Pese al título, esto no va de un giro político o una moderación en
mis comentarios. Simplemente hablo de un viaje que hice al centro de la ciudad,
para recoger el libro Esta noche, la
libertad de Dominique Lapierre y Larry Collins. Más concretamente a la zona
de Bilbao donde se encuentra uno de los últimos representantes del noble oficio
de empastar libros. Con anterioridad le había pasado los 4 tomos de Historia de
la revolución francesa de Thiers que, sin ser tan atractiva como la de
Lamartine, explica no obstante mejor los prolegómenos del alzamiento en parte,
debido a la negativa de María Antonieta a que los nobles pagasen impuestos,
recayendo estos únicamente en el pueblo llano.
El libro que
fui a recoger, por su parte, es una exquisita obra acerca de la independencia
de la India con especial protagonismo de su último Virrey, Lord
Mountbatten y su esposa. Pero la obra
también sirve para hacer un repaso de la figura de Gandhi y, según recuerdo
(tengan en cuenta que lo leí hace 30 años), de la chapucera actuación policial
que no impidió el atentado de Gandhi, pese a tener todos los indicios de que
iba a ocurrir.
No obstante no
es de eso de lo que quiero hablar en esta breve nota, sino de los cambios que
he notado desde la vez que fui a la tienda del encuadernador a principios de
mayo y la actual visita. La primera parte, de hecho, fue muy agradable.
Acostumbrado a ir de pie y apretado en
el metro, me encuentro que en la actualidad se puede ir cómodamente
sentado sin nadie al lado. Por supuesto que tarde o temprano volveremos al 3 en
1 del metro. Masaje, dados los codazos que se dan para entrar, sauna pues
cuando está lleno hace mucho calor y, finalmente, transporte. Sin embargo, eso
es sólo un detalle. Hace 3 meses cuando bajé en la estación Tribunal había
mucha gente en la calle. De hecho, caminar en las aceras tan estrechas de esa
zona de Madrid, es todo un viacrucis y más de una vez el peatón tiene que posar
sus pies en la calle para acelerar la marcha. Siempre pendiente de que no venga
un coche. En la actualidad, la circulación es mucho más fluida y solo se camina
por la calle para mantener la distancia, pero a veces ni así se puede. Es
decir, hace 3 meses circulábamos entre la masa sin temor a contagiarnos. La calle
era nuestra y nos reuníamos 15 en torno a una pequeña mesa alta para tomarnos
una copa. Hoy en día vemos con recelo a cualquier peatón y con gran tristeza la
plaza del 2 de mayo sin terrazas.
Resumiendo, el que antes era nuestro hábitat natural se ha convertido,
temporalmente esperemos, en un lugar hostil y solitario. Ojalá los chinos o los
británicos o cualquier otro saquen la vacuna pronto para que podamos volver a
ser los amos de las calles.
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