Mi amigo Pepe me dijo una vez que el mundo es muy
pequeño, pero que cuando la tecnología falla se ensancha. En efecto, en la
actualidad podemos dar la vuelta al planeta no ya en 80 días como diría Julio
Verne, sino en mucho menos de 80 horas si no hay retrasos y no se pierde la
conexión. Podemos llevar nuestras voces a cualquier parte del planeta en
segundos y leer los periódicos de todo el mundo, o al menos sus titulares,
desde nuestro teléfono portátil. Es más, esos teléfonos han conseguido realizar
el sueño de decenas de generaciones haciendo que la cultura y el conocimiento
estén al alcance de todo el mundo. Desde ellos o desde nuestros ordenadores,
podemos leer infinidad de artículos acerca de la Segunda Guerra Mundial, la
vida de Nelson Mandela o contemplar las maravillas de la capilla Sixtina.
La semana pasada, el teléfono fijo se descompuso por
enésima vez y el internet siguió funcionando de manera irregular. Mi esposa y
yo trabajamos desde casa por lo que necesitamos de ambas herramientas. Siendo
que mi móvil está hecho una pena y todo el mundo se queja de lo mal que se me
oye a través de él, tengo que usar forzosamente el tradicional teléfono fijo. A
su vez, Vicky tiene varias videoconferencias al cabo del día por lo que
necesita una conexión fiable. En fin, no quiero hacerles el cuento. Llamamos a
nuestro servidor y nos mandaron un técnico que se presentó perfectamente
equipado para la ocasión y más teniendo en cuenta de que Vicky es persona de
riesgo: mascarilla y guantes. Acoté la zona de acción al salón que es donde se
encuentra el router y el teléfono. Tras una análisis sumario, el técnico determinó
que nuestra conexión telefónica era una antigualla y, ya puestos, hicimos el
cambio de router para que el teléfono llegase por este medio y tener más
velocidad de conexión.
No obstante, había que ajustar los parámetros en el
ordenador del técnico lo que toma unos minutos. Cómo el hombre estaba sudoroso
y yo me precio de ser un buen anfitrión, le ofrecí un vaso de agua que él me
agradeció. Ese fue un grave error, pues, como el obvio, el hombre tuvo que
quitarse la mascarilla y, peor aún, una vez que hubo terminado de beberlo no
volvió a acomodársela hasta que me percaté de ello varios minutos después y le
pedí que se la volviese a acomodar. Además, el primer equipo empleado llegó
defectuoso de fábrica por lo que ni internet ni teléfono. Afortunadamente el
técnico era precavido y traía uno de repuesto que sí funcionó. El saldo de ese
arreglo se saldó con una bronca familiar por haber permitido el
desenmascaramiento del técnico y una sesión exhaustiva de limpieza del salón.
Eso le pasa a uno por ser buena gente.
1 Foto de Cliford Mervil
No comments:
Post a Comment