Hoy se cumplen 47 días de enclaustramiento. Siguen
pasando los días y afortunadamente se reduce el número de nuevos contagios y
muertes. Ayer, por primera vez desde que empezó el confinamiento, vi que el árbol
más cercano a la ventana de mi estudio ya había florecido. No me pregunten a
qué familia pertenece porque en botánica, como en otras tantas materias de
estudio, nunca fui muy virtuoso.
El caso es que esta habitación es la que uso
para trabajar durante el día y, por supuesto, más de una vez al cabo de la jornada
volteo y miro hacia afuera. Sin embargo, la última imagen que evoco de estas
contemplaciones es un cielo gris plomizo y un árbol pelón de infinita tristeza.
¿Cuántas veces, en nuestras vidas, vemos mas no observamos? Dejamos de pensar
en lo vital por atender lo importante.
Ensoñaciones bucólicas aparte, pasado mañana
podremos, por primera vez en todo este tiempo, salir a dar un paseo por el
barrio o, en el caso de los que gustamos correr, alejarnos un poco más según
cómo aguanten nuestras piernas. Pese al título de este artículo, no podemos
comparar ni de lejos la situación que hemos vivido con el de un encarcelado. En
primer lugar, porque en nuestro caso, fuimos los ciudadanos los que exigimos
nuestro encierro por nuestra propia seguridad. En muchos países donde los
líderes, por irresponsables o por no querer dañar la economía se negaron a
tomar tal medida, la terca realidad acabó imponiéndose y obligando al cierre de
la actividad. Sin embargo, pese a no ser comparable nuestra situación con la de
un preso, esta pandemia y sus efectos nos han permitido sentir la pérdida de
nuestras libertades y derechos más esenciales. Por eso, debemos afrontar esta
primera salida a partir del 2 de mayo, no como el chupinazo de los san fermines,
saliendo cual morlacos en tropel y arrasando con todo lo que encontramos a
nuestro paso, sino con responsabilidad y sabedores de que el incumplimiento de
las condiciones establecidas acarreará una sanción. Si un preso no regresa a la
hora prevista, es castigado y se le retira su privilegio. Si nosotros no
cumplimos con las normas establecidas, habrá un rebrote y volveremos a ser
castigados con un nuevo encierro. En fin, disfruten de su tiempo de ocio al
aire libre.
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