Pareciera que
me estoy dirigiendo a un interlocutor y lo estoy mandando callar, pero no. Si
en las anteriores misivas me he referido al mal proceder de los mandatarios,
hoy debo hablar de los ciudadanos y que conste que no quiero parecer un
moralista echando el sermón a la gente.
Me entero por
el ABC de que unas mujeres de la población llamada Porcuna, en Andalucía, se
han puesto unas mantillas y bolsas de plástico
y han salido a la calle a hacer una procesión en la noche de ayer. Cuando
llegaron las autoridades, ellas ya habían desaparecido. No obstante, acabaron
confesando su irresponsabilidad y están a la espera de su sanción. La pregunta
es: ¿de verdad era necesario salir a la procesión? ¿Acaso, oyeron la palabra
divina exhortándolas a salir?
Por otra
parte, mi amiga Esther; la mejor fisioterapeuta de España, me cuenta su vía
crucis matutino para hacerse su compra y la de su padre. En la cola del Ahorramas
de Méndez Álvaro, la gente iba sin
mascarilla y sin guantes y, peor aún, sin respetar la distancia de seguridad. Como
dice el padre de mi amiga, con este grado de responsabilidad hasta el año que
viene nos quedamos confinados. Es decir, sé que no hay mascarillas ni guantes
de látex, ¿pero tan difícil resulta a las malas ponerse aunque sea un pañuelo
o, como dice Trump, una bufanda? ¿Tan complicado es ponerse unos guantes de
lavar la vajilla? Siendo benévolo y haciendo un arduo ejercicio de imaginación,
puedo llegar a pensar que todas esas personas en la cola se habían quedado sin
guantes de ningún tipo por un descuido e iban a abastecerse de los mismos así
como de servilletas de tela para cubrirse la boca, pero ¡cojones!, ¿cuesta
tanto guardar la distancia de seguridad, más habida cuenta de que los comercios
la tienen pintada en el suelo?
Mi amigo
Pedro, hombre de ciencias, me pasó un artículo firmado entre otros por Joaquín
Leguina contra el confinamiento ya que según ellos el remedio puede ser peor
que la enfermedad por el daño a la economía y tildan el confinamiento de “ineficaz,
humillante, traumatizante y destructivo” y apelan a la responsabilidad de la
sociedad. No voy a discutir con ellos sobre las consecuencias económicas del
confinamiento, puesto que no soy científico. Me sorprende que, no siendo
ninguno de los firmantes científicos se atrevan a enmendarle la plana al
Imperial College y negar la afirmación de esta revista científica acerca de las
vidas salvadas con el confinamiento. Me resulta extraño, sobretodo porque
aquellos líderes que buscaban un alto nivel de contagio para generar una inmunidad
de grupo (Trump, Johnson, Bolsonaro, López Obrador), todos han acabado dando
marcha atrás y ordenado o pedido el confinamiento. Lo que sí me resulta risible es esa apelación
a la responsabilidad individual, cuando hay más de 200 000 personas multadas
(algunos genios incluso han tenido la feliz idea de agarrarse a golpes con la policía) y algunos
han descubierto que tenían una mascota en casa cuando no la han alquilado al
vecino. Aun así, creo que se trata de una minoría y que el conjunto de la
población está cumpliendo a rajatabla el confinamiento y que por eso está
funcionado, aunque claro esto solo es una corazonada que ya veremos si se cumple. No obstante, también
creo que si no existiera este elemento coercitivo de las multas, crecería el
número de personas que saldrían a la calle por el simple hecho de que se
aburren en casa. Por poner un ejemplo, si se permitiese como ocurre en otros países
practicar deporte al aire libre, mucha gente se convertiría en atletas de la
noche a la mañana. En fin, es muy triste que las autoridades nos tengan que
tratar como niños chiquitos por nuestro propio bien. Termino con un chiste que
vi en Facebook el otro día y que explica porque elegí esta foto para este artículo.
Se trata de unos soldados cargando a lomos a unos burros durante la II Guerra Mundial.
La razón es muy sencilla. Se encuentran en un campo de minas y no pueden dejar
que los burros anden a su aire, pues podrían detonar las minas y causar la
muerte de varios soldados. Conclusión: en
tiempos difíciles a los primeros que hay que controlar es a los burros porque
no entienden ni madres y hacen lo que les da la real gana.
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