Mi trabajo
como comercial me obliga a hacer decenas de llamadas cada día y mandar otros
tantos emails para tener una oportunidad de presentar un proyecto a un
expositor que va a participar en alguna feria nacional o europea. Se trata de
una labor monótona y aburrida que me obliga a soltar las mismas frases durante
todo el día. El primer obstáculo, suele ser el o la persona que se ocupa de la
recepción. Existen dos o tres trucos para agradar a esa persona, pero lo cierto
es que si ésta tiene consigna Sánchez del tipo no es no, por mucha ciencia y
simpatía que se despliegue el resultado va a ser el mismo. Si se consigue
franquear el escollo nos pasan con el departamento de marketing. Frente a la
persona responsable no hay truco que valga. Suelto mi ofrecimiento rápido y
espero su veredicto. Las más de las veces recibo un no, otras se me pide que
mande un mail con la información de la empresa y de esos una minoría acaba
fructificando en la creación de un stand en una feria.
En promedio
dedico unos 3-4 minutos por llamada y, en cierto sentido, es bueno que me
corten desde el principio para no hacerme perder el tiempo y poder realizar más
llamadas. Cuando estaba en México, hubo un tiempo que vendí enciclopedias a
colegios y particulares. Cuando uno llegaba de primeras, sin contacto previo,
se decía en el argot local que se trataba de una venta fría o bajo 0. En el
caso de los stands las ventas son siberianas. Al menos hasta que no haya pasado
un tiempo de trabajo conjunto y ambas partes hayan adquirido confianza en el
otro. Hay responsables de marketing con los que llevo hablando años sin
habernos visto nunca las caras obstante, salvo en las fotos de nuestros
perfiles de linkedin y, sin embargo, logramos tener una relación muy cordial y placentera.
Pero las primeras conversaciones siempre son frías y secas. Ahora bien, un fenómeno
extraño meteo-sanitario extraño está ocurriendo en las últimas semanas. El
coronavirus y el calentamiento global han producido un deshielo en las
relaciones entre comerciales y expositores. Por primera vez en mi carrera, me
encuentro con que mis interlocutores no me responden con monosílabos o de plano
me cortan la palabra para decirme que no les interesa mi propuesta, sino que se
interesan por mi situación. Por ejemplo, los británicos me preguntaban acerca
del confinamiento para saber lo que les esperaba y ver si le podía pasar algún consejo
para sobrellevar el encierro. En cambio, los italianos, adoptan una postura
solidaria y, durante un rato, hablamos de nuestras expectativas concernientes
al día de la liberación. En términos generales, en todas partes, con decir que
llamo desde Madrid, mis interlocutores adquieren consciencia de mi situación y
me preguntan como estoy aunque no me conozcan de nada. Eso sí, después de
charlar 5 minutos de lo humano y lo divino, si esa persona tiene la consigna
Sánchez NO me va a pasar con el departamento de Marketing por mucha empatía que
tenga. Algunas cosas nunca cambian.
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