Me entero por
mis amigos de México que el personal sanitario está sufriendo discriminación y
maltrato por estar más expuestos al virus que el resto de los mortales. Esa
situación se traduce en que, por ejemplo, si un taxista ve a una persona con
bata decide no hacerle la carrera. Aquí en España también se han producido
casos de médicos, cajeros, farmacéuticos, etc... . que han sido invitados a
abandonar sus casas por sus vecinos a través de mensajes anónimos dejados en
lugares comunes del edificio. Incluso, en ambos países, personas de estas
profesiones han visto como sus vecinos han pintarrajeado sus coches al amparo
de la noche, con leyendas como “rata contagiosa”.
Entiendo que
nadie quiere morir y que hay mucho miedo ante este virus desconocido, pero esta
actitud cobarde y miserable de (quiero creer) unos pocos no tiene justificación
alguna. Se imaginan en plena Segunda Guerra Mundial, después de que Churchill
soltara su famoso discurso de “Nunca tan pocos, han hecho tanto por tantos”, a
un inglés diciéndole a su vecino de la RAF que mejor haría en abandonar su casa,
ya que su presencia aumenta las probabilidades de que el inmueble sea bombardeado. Seguramente ese
vecino miedoso habría sido juzgado por
un tribunal de guerra por derrotista. No quiero decir con esto que las
generaciones pasadas eran más valientes que las actuales, pero sí estoy
convencido de que no se habrían atrevido a publicitar su miedo de una manera
tan cobarde por miedo a la repulsa de sus propios vecino que no habrían tardado
en abrir una investigación paralela para descubrir al o a los mensajeros.
Más allá de lo
vergonzoso de esos comportamientos que agreden a quienes nos protegen y
permiten con sus arriesgados trabajos que los demás podamos permanecer recluidos
y que podamos continuar comprando nuestros productos esenciales, estas
actitudes deberían hacernos pensar en qué sociedad vivimos. No quiero juzgar a
millones de personas por el proceder de unos cuántos. Más habida cuenta de que
por cada felonía existen muchísimos más casos de heroísmo y solidaridad que me
reafirman en la idea de la bondad del ser humano. No obstante, en un mundo en
el que el YO es el valor supremo y lo único importante es amasar bienes
materiales, no es de extrañar que surjan estos casos extremos de egoísmo y que
encima no tengan desparpajo en hacer saber sus cobardías. Existen muchas
teorías acerca de cómo será el mundo post pandémico. Quienes me han leído saben
que soy pesimista al respecto, pero de corazón espero que los ejemplos de
valentía mostrados por médicos, farmacéuticos, agentes de seguridad y
trabajadores de supermercados entre otros sea el modelo a seguir.
En la Segunda Guerra
Mundial, un grupo de valientes futbolistas ucranianos derrotaron a un equipo
nazi en un partido de propaganda organizado por estos últimos. Los ucranianos sabían
que iban a morir en caso de victoria, pero no se dejaron perder pues querían darle
una esperanza a su pueblo, un “sí se puede” y vencieron a los opresores. Ojalá
que el sacrificio realizado por pacientes que renunciaron a respiradores
artificiales para que se lo conectaran a una persona más joven sea visto en el futuro con admiración y no desde una perspectiva
cínica de burla. Ojalá que en el futuro los jugadores del Dinamo de Kiev que
jugaron ese mítico partido no sean denostados; que sus descendientes no tengan
que oir una frase cínica del tipo: “menuda
estupidez; perder la vida por un partido de fútbol.”
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