Wednesday, January 19, 2011

Reflexiones en horas de trabajo

Cómo me molestan estos clientes desconsiderados, que llegan a sus citas a la hora que les da la gana sin pensar que los demás también tenemos cosas que hacer. Yo, por ejemplo, le prometí a mi hijo que asistiría a su representación navideña en el colegio, donde hace de oveja. Pero si este cabrón se demora, ya estuvo que tendré que llamar a casa y decepcionarlo una vez más. Después vendrán las caras largas de mi esposa, que no entiende que en las circunstancias actuales no se puede rechazar un trabajo de última hora. Y aquí estoy pasando frío en esta azotea, para arreglar unas diminutas goteras indignas de mis servicios. Claro que como están las cosas, no me puedo quejar. Con la dichosa apertura de fronteras, el sector se ha llenado de incompetentes que tiran los precios y hacen cualquier chapucilla.
Por una parte, están los del bloque del este que no se enteran de nada, pese a que siempre te responden con una gran frialdad profesional. Sin embargo, cuando entran en acción, te das cuenta de que lo que han hecho no ha servido de nada y hay que volver a hacer el trabajo. Luego están los sudamericanos, principalmente los colombianos, que manejan los mejores precios del sector, pero hay que ver los sucios que son trabajando. Además resultan insoportables sus fanfarronadas y aires de machos. ¡Vamos! Hacen cada batiburrillo que al final sale peor el remedio que la enfermedad y la filtración se convierte en fuga. Finalmente, quedan los orientales que son un remix de los anteriores vicios. Es difícil comunicarse con ellos y carecen de profesionalismo.
Somos pocos los que quedamos de la vieja escuela. Discretos, pulcros y formales. Y sí, es cierto, cobramos más que la competencia, pero el trabajo final lo vale. Por fin llega mi cliente en su elegante coche. Cuando esté en el edificio de en frente a punto de dar su discurso ante la junta de accionistas, jalaré del gatillo. A este desgraciado lo voy a desfigurar por haberme hecho esperar. Aún así, por fortuna, podré mantener mi palabra con mi hijo y verlo actuar en el aula del colegio.