Friday, March 05, 2021

Sobre La rebelión de los mendigos de Salvador Robles Miras

 


“Tanto tienes tanto vales es la hija de puta y cruel verdad.” Eso es lo que reza la canción de Ska P “Seguimos en pie”. Y tal pareciera que se trata de la divisa de Joaquín Benjumea, alcalde de Villahermosa del Amanecer; ciudad que está compitiendo por la organización de los Juegos Olímpicos y que, al principio de la novela, está a punto de recibir la visita de los miembros del Comité Olímpico Internacional.

            Con el fin de mejorar las posibilidades de su ciudad para obtener la antorcha olímpica, Benjumea decide que hay que borrar del mapa a los mendigos que pueblan la plaza de las Alondras durante el día. Para ello, les ofrece dos opciones: irse a vivir al  antiguo psiquiátrico del Quinto Pino o coger 2000 euros e irse de la ciudad. En un primer momento, todo va sobre ruedas hasta que la oferta le es presentada a Dickens el cuentista; remedo de trovador urbano que hace las delicias de los menores cada domingo. La negativa de este creador de ficciones de marcharse con el dinero o al otrora siquiátrico conllevará un rechazo mayoritario de los mendigos a desaparecer y se volverá la pesadilla del alcalde del partido Amarillo que funda sus sueños políticos en la consecución de los Juegos Olímpicos. Así arranca La rebelión de los mendigos de Salvador Robles Miras (Águilas, Murcia), periodista y pedagogo y autor de las novelas La exclusiva del asesino (2015), El delantero centro se niega a jugar (2017) y Contra el cielo (2020) entre otras.

La historia nos es contada en primera persona a través del periodista Liberto González  de la Vega de El Noticiero Temprano. Más allá de las ambiciones de un alcalde, más allá del sueño olímpico de una ciudad y del deseo del Gobierno central encarnado en el ministro del interior Tomás Garrote, también del Partido Amarillo, se establece todo un debate en esta novela acerca de si los mendigos tienen o no derechos. Para el Partido Amarillo y sus simpatizantes la respuesta es clara; no. Por ello se niegan en todo momento a llegar a un acuerdo justo para ambas partes y reconocer la humanidad de los mendigos. En cambio, sí están dispuestos a todo lo demás con tal de conseguir su objetivo, engaño, trampa, sobornos y, finalmente, la represión. En ningún momento, el dinero será un problema. El planteamiento oficial es que las instituciones no pueden perder frente a lo que ellos consideran basuras humanas,  Por su parte, los mendigos son sabedores de su debilidad y de las escasas posibilidades de su rebelión pero, al igual que hicieran los zapatistas en 1994, consiguen exponer a la opinión pública la injusticia de su situación y, de esta forma, conseguirán diversos aliados entre los sectores más vulnerables de la sociedad de Villahermosa del Amanecer; niños, prostitutas y personas con discapacidad.

A lo largo de la sucesión de entrevistas que realiza Liberto a los mendigos así como a sus confidentes dentro del consistorio se va desenmarañando esta historia en la que también se incide en la importancia de los medios de comunicación y su complicidad con los poderosos. “¡Ay de aquel que apoya al poderoso frente al débil!”, como diría el Nazareno. Todas ellas coinciden en el hecho de que no se hace uno mendigo por voluntad propia sino por reveses e infortunios que orillan al individuo a la mendicidad. Especialmente enternecedores resultan los personajes de Matusalem el Sabio, Groucho el payaso y Paloma la escuchadora, así como el propio Dickens. Finalmente, Salvador Robles Miras nos invita a reflexionar sobre nuestro propio grado de complicidad con la injusticia a través del protagonista que deberá resolver el dilema de simplemente contemplar los hechos o comprometerse.

La rebelión de los mendigos  es una metáfora del mundo actual. Todo aquel que no produzca o consuma en ingentes cantidades pasa a ser mal visto por el poder, los medios y, finalmente, la sociedad cada día más deshumanizada.

Monday, February 01, 2021

LA TIERRA Y EL HUMANO

 

    


Un día la Tierra se levantó cansada y enferma. Por un momento pensó que le había impactado un meteorito, como ocurriera mucho tiempo atrás, pero tras palparse piernas, brazos y cuerpos, se dio cuenta de que no era ese su problema. Mientras que se palpaba notó que estaba llena de plástico, petróleo y otras cuantas porquerías. La mugre se acumulaba en sus piernas, también conocidas como océanos. Sus pechos estaban rodeados de nubes fétidas mal olientes y de las plantas de sus pies se desprendía un líquido viscoso y oscuro llamado chapopote o alquitrán.

 

¿Qué me han hecho las micro especies que viven en mí? Con la ayuda de una lupa se puso a inspeccionar cada centímetro de su cuerpo. Para la espalda fue necesario usar espejos de aumento enfrentados. Notó que las concentraciones de humanos eran las más sucias, pero antes de establecer un veredicto, decidió realizar una investigación completa.

 

—A ver vaca, ¿se puede saber por qué emites tanto metano?

 

—Yo sólo hago lo que los humanos me obligan. Me tienen permanentemente preñada y luego no me dejan disfrutar de mi becerro. No me dejan caminar para que no fortalezca mis patas y cuando ya no produzco me llevan al matadero. Yo no puedo controlar mis emisiones.

 

La respuesta le pareció muy satisfactoria a la Tierra y, antes de entrevistar al oso polar, la gallina intervino indignada. “A mí también me separan de mis polluelos. Y no sólo eso, los humanos me mantienen despierta las 24 horas del día para que produzca más huevos. Así no hay quien viva” –dijo.

 

La Tierra continúo entrevistando a cada espécimen de su enorme cuerpo. Notó que su pubis y axilas selváticas habían desaparecido casi completamente y siempre recibía la misma respuesta: “Es culpa de los humanos, los humanos me hicieron”. Finalmente, decidió, antes de emitir su juicio, entrevistar al líder de esa especie de dos patas supuestamente pensante.

 

—Dime, ¿por qué crees tener derecho de matar a todas las otras especies y destruir mis rincones más bellos para hacer tus construcciones de cemento?

—Muy sencillo, somos la especie superior de la Tierra, lo que nos convierte en los dueños del planeta. En ese sentido, tenemos derecho a hacer lo que queramos con nuestra propiedad.

 

—Y ¿quién te dio ese título de propiedad?

 

—Nadie. Simplemente me lo gané con mi inteligencia. Gracias a ella puedo competir en velocidad con el chita, puedo levantar pesos que cientos de caballos juntos no lograrían mover ni un palmo, y puedo desplazarme a velocidades que nunca soñarían las águilas. En definitiva. Soy el mejor y me merezco tus frutos.

 

—¿Y también por ello crees que puedes llenarme de estas horribles construcciones e invadir mis espacios vírgenes?

 

—No es que lo crea. Es que lo necesito. Otro de mis logros ha sido prolongar la vida de mis congéneres mediante la medicina. Y, claro, al vivir más años acabamos siendo más los habitantes humanos. En algún lugar tengo que meterlos.

 

—¿Y no has pensado acaso que toda esa expansión y esos humos nocivos que tus fábricas emanan podrían producir mi muerte?

 

—Supongo que sí, pero qué quieres que hagamos. Nos hemos acostumbrado a este estilo de vida y no podemos renunciar a él.

 

—¿Y qué harás cuando yo me muera? ¿De qué vivirás?

 

—Supongo que los más afortunados se irán a alguna estación espacial o a otro planeta, si descubrimos la forma de viajar rápido a través de las estrellas.

 

—¿Y el resto de los humanos y de los animales?

 

—Sufrirán la misma suerte que tú. Es irremediable.

 

—Te dices inteligente y eres la más estúpida de toda las especies –contestó molesta la Tierra–. Los animales saben que tienen que velar por sus congéneres y no sólo por sí mismos. Ellos saben que todo está conectado y que hay que mantener el equilibrio entre todas las especies y conmigo. Los animales tienen razón. Ustedes son los culpables de todo. No merecen pasar sus días en mi cuerpo.

 

La Tierra iracunda iba a sentenciar a la especie humana cuando vio a unos grupos de humanos, denostados por los demás, luchando por limpiar los mares, protegiendo a los animales más temibles, buscando convivir con ella más que adueñarse de su cuerpo. Entonces, la Tierra que es muy buena y sabia, decidió apiadarse.

 

Sin embargo, consciente de que los Homo sapiens sólo aprenden a base de golpes, introdujo en los murciélagos una enfermedad que pronto llegó a los seres de dos patas. Esta enfermedad causó cientos de miles de muertos en todo el planeta y la inmovilidad de estos seres siempre tan inquietos.

 

—Si se portan bien –dijo la Tierra–, la pesadilla se acabará pronto. Pero si no aprenden a usar en vez de abusar, volveré a infectarlos y así sucesivamente hasta que aprendan a respetarme a mí y a todas las formas de vida que me pueblan. Ustedes deciden.