Wednesday, February 10, 2016

LA CIÉNAGA DE ANTONIO MIGUEL MORALES

La verbena, el jolgorio popular y una noria que traslada a Migra un policía fronterizo al cielo para luego bajarlo a la cruda realidad de la tierra parecieran ser el marco en el que se va a desarrollar esta obra de otra. Sin embargo, este escenario y la alegría que simula tan sólo son una fachada que nos sirve para la presentación de los personajes. Migra, un policía fronterizo autoritario y gustoso de ver a los demás por encima, Hurón feriante en extremo curioso como el animal cuyo nombre porta, Juan Patria figura notable de la región y su sirvienta esclava María Selva. Todos los nombres están cargados de intención.
Los diálogos de estas dos parejas conformarán La ciénaga. Pero ¿podemos hablar realmente de diálogo? A lo largo esta obra vemos como los comentarios  de Hurón y María Selva acerca de las condiciones de trabajo y las formas en que llegan los inmigrantes, llamados en todo momento los extranjeros, tan sólo reciben una callada como respuesta de Migra y Juan Patria. No se trata en este caso de un silencio que otorga sino más bien de una concesión temporal por parte de sus interlocutores que rechazan cualquier atisbo de verdad en las palabras del otro. En ningún momento aportan argumentos a sus puntos de vista, tan solo niegan o buscan romper el discurso con gritos, carcajadas, descalificaciones e incluso el uso de la violencia. La fidelidad a su pensamiento pareciera ser condición para prosperar en la región como menciona el propio Migra: “En la frontera uno no pasa hambre si sabe cual es su lugar./ Por supuesto debe pertenecer a él./ Uno no puede elegir el lugar al que quiere pertenecer./ Faltaría más.” No obstante, los silencios no pertenecen únicamente a Migra y Juan Patria. Hurón y María Selva también recurren a ellos como una forma de resistencia ante las órdenes del agente y del amo de la maquila.
“ Hurón: La gente dice cosas./ Migra: ¿Qué cosas?/ Hurón: Tú las sabes tan bien como yo./Migra: ¿Qué cosas?/ Hurón: ¡Tú las sabes mejor que yo!/ Migra: ¡Habla!/Hurón: ...”
En el caso de María selva el silencio va más allá y se convierte en un arma que desquicia a Juan Patria.
“María Selva: Mmmh.../Juan Patria: ¡He dicho que hables o te arrancaré los /dientes!”
No obstante este diálogo silencioso a ratos es el que permitirá desgranar las miserias de los inmigrantes que buscan un mundo mejor. En ese sentido cabe resaltar la economía de recursos de la que hace gala Antonio Miguel Morales refleja todo el infierno que debe afrontar los inmigrantes en su viaje a la tierra que ellos creen prometida. Tal es el caso de los ojos de los inmigrantes que, de cuando en cuando, encuentran los pescadores y les hace enloquecer pues en ellos se puede ver todo el horror por el que han tenido que atravesar los extranjeros para llegar a este punto.  Los hundimientos, la denigración del ser humano al que llaman mosca, las vallas gigantescas representadas en forma de redes, el desdén cuando no odio de todas las autoridades, etc… Antonio Miguel Morales no recrea esos sufrimientos, más bien consigue hacérnoslos vivir a través de las descripciones de Hurón.
Ahora bien, si el espacio abierto de la ciénaga representa un espacio lleno de peligro, la tierra firme y más concretamente el cortijo de Juan Patria viene a ser el infierno.
Como afirma en el prólogo Raúl Cortés: "Retrato de nuestro tiempo, La ciénaga es estupor y es lamento, dolor ante la incomprensible herida sangrante del otro, del desterrado, del extranjero. Urge hoy un teatro valiente, como La ciénaga, y autores arrojados, como Antonio Miguel Morales, capaces de abismarse en los vacíos que han dejado la filosofía [...] La mayoría de las obras tendrán el gesto esforzado de la espera, su temor y su angustia. Solo unas pocas, en cambio, desprenderán el destello afortunado del Acontecimientos: La ciénaga forma parte de las elegidas. 

 LOMBERA 2016