Wednesday, May 15, 2013

CONTEMPLACIÓN EXISTENCIAL IV


No tenía una modelo a mis pies, de hecho estaba sólo, y sin embargo cada mañana me despertaba alegre, sabedor de que lo primero que verían mis ojos sería la bahía. Tal era la alegría que me producía esta imagen, que lo primero que hacía para prolongar la contemplación del amanecer, era prepararme un café con el calentador de agua que me había provisto el hotel, y encender mi ordenador para contestar los mails de la oficina de Madrid que había recibido durante mi sueño. Sí, tal era el influjo de esta visión, un intento de infinito cruelmente cercenado, que conseguía que trabajase desde las 7 de la mañana.  El resto del día destruía la placidez del amanecer. El caos de las calles y  los constantes chubascos hacían de Hong Kong un lugar hostil. Solo el idioma me reconciliaba con sus habitantes. Por lo menos con ellos me podía entender a diferencia de con los continentales. Los túneles que atravesaban calles enteras, edificios incluidos, eran el único aspecto lúdico de esta  ciudad que a la luz del día se tornaba anodina. Finalmente, la noche deparaba un último gran espectáculo y no me refiero a la horterada de luces y música preparada por el ayuntamiento. Desde el grand Pic se podía contemplar el atardecer y como, ante el avance de la oscuridad, se poblaba de luces. Pero esa imagen, seductora indudablemente, solo era el traje de gala de la ciudad. La estampa que todo turista se llevaría consigo. La verdadera belleza de la bahía radicaba en su amanecer, aun legañoso, aun cubierto de neblina, a veces pasado por agua y otras bañado de luz, cuya visión aún busco cada mañana cuando me despertó, para encontrarme dolorosamente  con una pared de ladrillo en frente. Solo 4 amaneceres tuve y sin embargo permanecerán grabados por siempre en mi cabeza. 

Wednesday, May 08, 2013

GELO EN TEQUESQUITENGO




Recuerdo una iglesia hundida en el fondo de una laguna por encima de cuyo techo caminaba todos los días. Sólo su cúpula mantiene una posibilidad de vida. Recuerdo un campo maldito propicio para invocaciones satánicas y un puma de piedra que cobra vida la noche de Santa Walpurgis. Y recuerdo un jardín edénico de amplias proporciones en el que paseaba y jugaba despreocupadamente, pese a que en él, al igual que en el primer pastizal, también se encontraban serpientes y toda clase de bichos de mala lengua. Mas de todas estas memorias, una anciana de porte atlético pese a sus 70 años, se yergue en el centro de mi evocación para repetirme una y otra vez la crónica de nuestro pasado. Ya fuera ante los tonos violáceos del firmamento o a la brisa producida por el suave mecimiento de una hamaca, su voz me habla de un familiar en busca de utopías al fondo de una montaña o de un tatarabuelo que tuvo el valor de decir No al soborno de la autoridad. Esas anécdotas constituyen la savia y esencia de mi ser y de los míos y ahora, varios años después de la desaparición del oráculo, intento reunir torpemente su crónica, mas esta se escapa como agua entre las manos y tan solo queda un lecho oscuro, vaga sombra de lo que fue. 

Friday, May 03, 2013

MOTIVACIONES LITERARIAS

¿Qué es lo que sé? ¿De qué savia puedo alimentarme para hacer crecer mi espíritu ante el siempre demoledor juicio de la hoja en blanco? Carezco del poder de dar vida con la tinta y no puedo engalanar de ricas y exóticas joyas mis poemas. Tan solo soy un ingeniero con pretensiones de arquitecto. Mas con todo no dejo de sufrir ante la impotencia de la cascada que cae para no volver e igualmente renazco en cada caricia de la lluvia tras un frío amanecer. Y por eso, porque siento, me lanzo a este desafío vano de la creación sin esperanza de victoria, pero sabedor de que dejaría de respirar si no lo intentase. La herida tras intentar alcanzar el vuelo de la mariposa es profunda, pero reveladora de que aún vivo.

Wednesday, May 01, 2013

APRENDIZAJE VITAL


Avanzamos en busca de la unión del cielo y la tierra; síntesis y realización de todos nuestros anhelos. No importan cuán lejos se encuentre este grial ni cuán abrupto sea el terreno. Somos seres cargados de horizontes y marchamos con lluvia en la cara, demencia febril e ímpetu fundamentalista. Avanzamos con la vana ilusión de que algún día la frontera que une la carne y el espíritu se detendrá y poco a poco podremos verla ensancharse a nuestro cada vez más seguro paso.  Sólo cuando nos detenemos, cuando ya nuestra pisada se ha vuelto vacilante, y volvemos nuestra vista atrás, nos damos cuenta de que nunca llegaremos al horizonte porque éste marcha siempre entre nosotros. Es nuestro maná y nuestra tierra prometida y sólo cuando decidimos que ya no lo necesitamos, entonces empezamos a morir.