Sunday, February 19, 2017

VACACIONES

Cierro los ojos y mezo mis cabellos. El mundo desaparece. Al menos eso quisiera. Desfilan ante mi callejuelas escondidas  a las que se accede entre portales, mientras una fina lluvia traiciona el estereotipo veraniego de Praga. Brujas de puentes y encantos, soledades empedradas que devuelven la paz, mientras a pocos pasos manadas de Canons y Nikons buscan atrapar el ahora cuando ya es ayer. La ansiedad por vivir y ver es insoportable. Disponemos de treinta días de libertad antes de volver al redil y queremos abarcar la belleza del mundo, pues sabemos que difícilmente volveremos a tener esa oportunidad. Sí, a lo lejos está la tierra prometida en la que ya no tendremos que madrugar, ni agachar la cabeza y mucho menos convertirnos en robots durante 8 horas al día, los afortunados. Un lugar donde ya no habrá que mantener nuestro futuro y podremos volver a iniciar como cuando éramos novios. Mas se trata de un engaño; un falso oasis en el desierto de nuestra mediocridad. El lugar existe aún, es cierto, pero cuando lleguemos a él estaremos débiles y ya no tendremos medios. Es la zanahoria que nos ponen frente a nuestros ojos para evitar que renunciemos a todo. Solo queda un refugio. Tus labios.

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