Monday, September 14, 2009

Las muertas

Acabo de releer Las muertas (RBA, Madrid, 2009, pp. 174) del gran escritor Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato 1928, Madrid 1983). Al mismo tiempo, decidí investigar un poco sobre el caso real en el que se inspira el libro. A partir de uno de los casos más sonados de la nota roja de los años sesenta, los cadáveres aparecidos en los burdeles regentados por las hermanas Valenzuela, Ibargüengoitia hace una ficticia reconstrucción de los hechos con un estilo propio de una investigación judicial. La narración abunda en el uso del verbo decir y entremezcla supuestos testimonios con declaraciones, así como también reflexiones e hipótesis periciales. Esta narración impersonal sirve para crear una distancia con respecto a los hechos relatados y, por lo mismo, genera una impresión de neutralidad.
Sin embargo, a través de estos hechos reproducidos a menor escala (el caso fue mucho más sórdido en la vida real, se encontraron unos 90 cadáveres y algunos fetos, mientras que en Las muertas Ibargüengoitia sólo describe 6 muertes) y con ese tono neutro empleado, el autor va más allá del suceso judicial para encausar a la propia sociedad. No se trata de exculpar a las poquianchis, ya que en la obra aparecen los engaños con los que se llevan a las muchachas muchas de ellas menores, el trato de blancas, las torturas a las que son sometidas y finalmente los crímenes y desaparición de sus restos. Pero, al mismo tiempo, se mencionan los distinguidos huéspedes que suele tener dicha casa de citas entre los que se encuentran presidentes municipales, líderes sindicales, el gerente de un banco e incluso el secretario particular del gobernador. Es decir lo más granado de dicha sociedad sin que por ello no puedan dejar de entrar gentes más humildes como un abarrotero que acabará perdiendo su negocio por adeudos atrasados con el burdel. Obviamente, a ninguno de estos huéspedes les importa que algunas de las prostitutas sean menores o la privación de la libertad en la que se encuentran. Pero eso sí, las desgracia de las hermanas Baladro, como las llama Ibargüengoitia, empezará al abrir una de sus sucursales, el día de la independencia. Uno de los invitados en medio de los festejos mezcla entre los vivas a los héroes patrios a las hermanas y hasta ahí podíamos llegar. Por si fuera poco, uno de los asistentes queda en evidencia al ponerse a bailar con uno de los trabajadores del local (lo cual resulta excesivo para la recatada sociedad de esa época, incluso en un burdel) y, en lugar de reconocer lo inoportuno de su proceder, pasa a considerar a las hermanas como las culpables de su rídiculo por haberle tentado lo que conlleva una pérdida de simpatías políticas y posteriores represalias.

La hipocresía y la doble moral de esta sociedad que denuncia el autor, es lo que acabará provocando la caída de las hermanas Baladro. En efecto pese a las influencias y riqueza que puedan acumular no dejan de ser, a los ojos de esta sociedad, unas putas odiosas a las que se les puede hacer cualquier cosa y esto se nota en el día a día. Ni siquiera el hijo de una de ellas escapa a esta situación, ya que en el colegio sus compañeros se lo recuerdan constantemente volviéndose así en motivo de mofa para todo el colegio. Por otra parte, cuando el nuevo gobernador decide caprichosamente prohibir la prostitución con el fin de hacerse un nombre y alimentar sus ambiciones políticas futuras, ellas se quedan en la total indefensión ya que, ningún juez se atreve a ir en contra de la decisión del gobernador y ampararlas. Finalmente, también les es negada la justicia cuando el hijo de una de las hermanas –como también ocurrió en la vida real- fue cobardemente asesinado por la espalda. Pese a haber dos policías de testigos (en la vida real fue precisamente un sargento de policía el que lo mato por negarse a invitarle más de una copa de tequila), estos alteran los hechos y hacen creer que el asesinato se cometió en el propio burdel tras una balacera. Finalmente, cuando ya han caído en desgracia su propio abogado, que no ha puesto ningún reparo en representarlas cuando las cosas iban bien, desaparece y ya no quiere saber nada de ellas. El abogado de oficio, en vez de buscar argumentos que disminuyan la pena de sus clientas, las sentencia un poco más cuando afirma a la prensa: ”-No me malinterpreten –dijo-. Defiendo a estas mujeres porque es mi obligación, ya que soy defensor de oficio. Pero no estoy de acuerdo con ellas. Al contrario, creo que merecen la pena de muerte…”
Las muertas es quizá la obra cumbre de Jorge Ibargüengoitia. En ella hace un magnífico retrato de la miseria moral de la sociedad mexicana de mediados del siglo XX, a través de una original técnica narrativa que, en cierta forma se repetirá años más tarde en la magnífica obra de Tabucchi Sostiene Pereira.

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