Tuesday, December 27, 2011

HIMNO A LA ALEGRÍA

En estos tiempos en que la desolación recorre el mundo, pareciera un contrasentido entonar un canto a la alegría. Sin embargo, como leí en la instantánea de un graffiti: “No hay acto más revolucionario que la alegría”. En efecto, tal parece que todos los poderes (fácticos, financieros, políticos y de comunicación, etc…) están empeñados en mantener al mundo entero en la desesperanza y también en la angustia: angustia de perder su trabajo, desesperanza por ver cómo su país se va inevitablemente al hoyo porque unos inversionistas hiper nerviosos así lo han decidido. Angustia por parte de los ciudadanos por que les quiten el Estado de Bienestar y desesperanza de ver cómo no pueden impedir que sus naciones sean rescatados; término eufemístico que implica el abandono de cualquier soberanía y la imposición de medidas esclavistas. Angustia, en definitiva, de ver cómo esos poderes oscuros les arrebatan todo lo que han ido consiguiendo en las últimas décadas de paz y unión. Por supuesto, no es casual, por ejemplo, que el nuevo Ministro de Economía de España salga al día siguiente de la celebración de Navidad para echar un balde de agua fría a sus compatriotas anunciando la recesión y, por ende, más desempleo. Ni siquiera se respeta el gozo de estas fiestas. Lo que subyace en todas estas noticias milenarista-financieras es el deseo de paralizar a la sociedad por el terror para que, finalmente, agache su perdiz al yugo neoliberal, como lo ha venido haciendo paulatinamente en las últimas décadas. Con un fin distinto, los revolucionarios franceses pretendían aplacar cualquier sedición mediante el terror de la guillotina. Sin embargo, si miramos atrás en la historia nos encontraremos con que siempre ha habido sátrapas que han deseado sujetar a todo el mundo a través de las armas y el miedo y siempre, invariablemente, la gente común ha acabado reaccionando y echándolos del poder –a veces después de más de una generación-, y en términos generales se ha conseguido mejorar un poco las condiciones de vida. 

El ser humano las ha pasado putas desde el principio de los tiempos. Cuando no han sido las plagas incontroladas, han aparecido los bárbaros sanguinarios, las hambrunas  o los emperadores genocidas, sin olvidar las guerras de fanatismos. Sin embargo, nunca nada ha logrado acabarnos. Las épocas de retrocesos históricos siempre han sido suplidas por mayor bienestar y si bien queda muchísimo por hacer, no cabe duda que la segunda mitad del siglo XX ha sido la época de mayor riqueza para los habitantes de algunas partes específicas del mundo. Recordemos, por ejemplo, que en la Europa del siglo XIX los mineros eran materia desechable y los obreros trabajaban hasta 16 horas diarias. En menos de un siglo se obtuvieron la Seguridad Social, el seguro de desempleo, las vacaciones pagadas, el permiso de maternidad, etc… Ahora los que mandan en el mundo han impuesto que los valores que deben prevalecer en nuestras sociedades son la productividad y la competitividad. En ese marco, es imposible ser competitivo si un empresario tiene que pagar, amén de un salario, los beneficios sociales antes mencionado. Por ello quieren que volvamos al siglo XIX y se empeñan en mantenernos en esta crisis y con el miedo que conlleva a fin de que nos paralice y aceptemos en aras de un bien común –que en realidad sólo va a beneficiar a unos pocos-, estas medidas. Es decir, quieren que la angustia nos haga aceptar un trabajo esclavista mal remunerado y sin ningún derecho. Por ello, la alegría les resulta molesta porque una persona alegre no tiene miedo y es más difícil de engañar. Los movimientos de la primavera árabe, indignados y occupy wall street han sido, hasta el momento en que las autoridades han usado la violencia, verdaderas fiestas populares, ya que los manifestantes se dan cuenta cuando la chispa arranca que ellos son más y que sí se puede. La alegría de ver que no tienen por que ser esclavos de un sistema injusto se refleja en su forma de propagar su mensaje que, pese a los intentos de los políticos y los medios por desvirtuarlos, no han podido evitar que se propague. Nuestros actuales dictadores quieren que estemos tristes porque, como decía al principio, saben del carácter esperanzador y revolucionario de la alegría. No han logrado completamente su propósito cuando ya todo el planeta se está levantando en contra de este sistema que es, no lo olvidemos, el responsable de la actual crisis. Si bien los dictadores actuales están mejor organizados y coordinados, por muy malos que sean, no son ni la sombra de los criminales del pasado ni en maldad, ni en inteligencia. Pongamos un ejemplo práctico por muy odioso que nos resulte, George Bush hijo no deja de ser un tontaina con malas intenciones frente a un Hitler. En un primer momento conseguirán avasallarnos, pero no podrán engañarnos toda la vida. Tarde que temprano este sistema cambiará y volverán la estabilidad, los trabajos remunerados dignamente y los derechos sociales, así como las oportunidades de comprar una morada sin dejarse la vida en ello. Esto es, a fin de cuentas, lo que a grosso modo queremos el 99% de los ciudadanos del mundo  y no dejaremos de luchar por ello.
  

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