Aquella temporada que
pasé en Cataluña con Sabrina, en casa de sus padres, fue el preludio de mi
partida de España. Íbamos a asistir a la inauguración de los juegos populares;
“nuestros juegos” y aprovechamos para tomarnos unas merecidas vacaciones en el
marco de este evento. Curiosamente, las temperaturas de ese verano eran más
bien frescas llegando rara vez el termómetro a los 30 grados. Fueron dos
semanas plácidas en una masía cerca del bosque. Dos días después estaríamos en
el estadio con miles de proletarios celebrando el inicio de los Juegos. La
mañana del 18, Sabrina me despertó y me dijo que el evento deportivo se suspendían por el alzamiento fascista. Ese
mismo día cruzamos la frontera de Francia y nunca más volvímos.
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