Wednesday, December 02, 2009

SISTEMAS ELECTORALES II

En este capítulo pasaré a abordar someramente el sistema electoral mexicano desde un punto de vista teórico. La razón de esto es porque considero que en México no se ha asentado definitivamente la democracia. Prueba de ello, es el hecho de que México es uno de los pocos países en el que los resultados no son aceptados por el bando perdedor. El hecho mismo de que el presidente Fox llevase a juicio a López Obrador cuando era el político más aventajado en las encuestas, un año antes de las elecciones, ya arrojan amplias sospechas sobre el proceso en el que se emplearon todos los mecanismos del terrorismo electoral para, finalmente, impedir que AMLO llegase al poder. Dicho esto, la deplorable actuación del político tabasqueño después de la derrota y su ocurrente autoproclamación como presidente legítimo demostraron que tampoco habría sido un buen presidente. Y digo tampoco, porque considero que el gobierno conservador de Calderón está resultando de lo más deficiente. Su tan cacareada lucha contra el crimen organizado no acaba de dar resultados visibles, su gestión de la crisis ha sido deplorable aumentando la brecha entre ricos y pobres. El país ha perdido competitividad a nivel internacional y, por si fuera poco, un estudio demuestra que no se ha avanzado en la lucha contra la corrupción sino que, por el contrario, en el último año se ha retrocedido. Eso sin contar que los panistas adolecen de los mismos vicios que los priistas. Visto el resultado de las últimas elecciones legislativas, es obvio que esta percepción es compartida por la mayoría de los mexicanos, aunque seguramente el remedio (el retorno del PRI gobierno con todos sus fraudes) vaya a ser peor que la enfermedad. No podemos ni debemos olvidar que de este PRI no se ha regenerado éticamente. Prueba de ello es que algunos de sus dirigentes más significativos, es que algunos de sus dirigentes ya tenían puestos importantes durante el mandato del nefasto Salinas de Gortari. Si además tenemos en cuenta la podredumbre lóbrega en que se ha convertido el PRD reflejadas en sus luchas intestinales por la sombra de la sombra de la sombra del poder, pues pareciera que es México un país sin futuro. Sin embargo, quiero creer que, pese a lo anterior, existe alguna esperanza.
En cualquier caso, el sistema electoral mexicano es un sistema mixto. Por una parte, como en el caso de los Estados Unidos e Inglaterra, se divide el país en 350 distritos electorales (que reúnen en cada caso una determinada población) y en cada uno de ellos se realiza una campaña electoral y se elige 1 diputado nominal. Luego con los resultados en la mano se elige 150 diputados entre los candidatos que hubieran obtenido la mayor cantidad de votos de los segundos lugares. Los diputados plurinominales no alteran la relación de mayorías establecida por la elección de los diputados nominales. Es decir, el partido con mayor numero de diputados nominales seguirá siendo el líder una vez que se incorporen los plurinominales. En el caso de los senadores cada estado elige 2 senadores nominales y uno plurinominal sumando un total del 96. El presidente es electo en una papeleta distinta y gana el candidato con mayor cantidad de votos a nivel nacional, aunque no tenga una mayoría absoluta. Normalmente el presidente tiene que lidiar con un congreso en el que su partido no tiene la mayoría absoluta. Una de las desventajas de este sistema son las guerras que se pueden establecer entre el legislativo y el ejecutivo. Es frecuente que se rechacen las propuestas del presidente con el simple fin de boicotear su gestión y desgastarlo. En el caso de México no existe –que yo sepa- la disciplina de partido, pero sí es muy frecuente el transfuguismo por despecho o por venderse al mejor postor. Este sistema también se presta para fraudulentos tráficos de influencias como se ha visto en los últimos años. Pero, pese a todo, eso es mucho mejor al sistema imperante en el pasado. En primer lugar hace unas cuantas décadas no existían los diputados y senadores plurinominales por lo que, como el PRI tenía que ganar por decreto ley en todos los distritos electorales, pues la oposición no tenía ni voz ni voto. Bajo este esquema era completamente justificable los alzamientos armados contra esta dictadura, como efectivamente ocurrieron en los años sesenta y setenta. El nuevo sistema venía a maquillar un poco la situación creando 150 diputaciones para la oposición aunque el poder seguiría estando en manos de un solo partido y, más concretamente, del presidente de la república que venía hacer un tlatoani con poderes ilimitados durante 6 años y los diputados tenían, como trabajo exclusivo, el alzar la mano para aprobar las propuestas del ejecutivo y también para rechazar las de la oposición. Eran, en definitiva, unos borregos y no tenían nada de representantes populares. El último gran problema que genera este sistema radica en el gasto desmedido que cada campaña electoral representa. Este mal se ve aumentado por el hecho de que cada 3 años se renueva parte de las dos cámaras con lo que vuelen a haber campañas, meetings y todo esto pagado con los impuestos de los ciudadanos que tan mal son defendidos por sus representantes electos.

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