Friday, March 09, 2012

Un trago antes

Siento no haber subido nada estos días, pero entre un viaje relampago a Zaragoza, a la feria de SMAGUA, y una enfermedad de garganta, apenas si he tenido tiempo y ganas de publicar algo. En compensación, aqui les dejo un cuento que retrata mi estado de ánimo (es  broma).




Un trago antes...
Aqui estás de nuevo, la botella en la mano, el guato de marihuana en el cajón, esperando a que venga y sabiendo que no llegará. Aqui estás de nuevo, en este pinche estudio, obligado a compartir el baño con los demás vecinos; bueno, no te puedes quejar, estos franceses son tan puercos que casi siempre lo encuentras desocupado. Pero, como decía Nathalie, este piso regado de libros carcomidos y ropa sucia acaba por volverse deprimente; “además, tu cuarto de dos por dos parece una celda”. Mejor te hubieras quedado en México. Allá siempre tenías una cama donde caer, una muda de ropa diferente todos los días y, cuando te deprimías en las pedas, siempre estaban ahí tus amigos para consolarte o cuidarte de tus pendejadas. Pero no, los tenías que abandonar, querías ser bohemio, el gran escritor y no eres más que la gran mierda. Tienes 35 años y te has pasado quince años cuidando a niños impertinentes, haciendo corrección de galeras o notas necrológicas para Le Figaro, ese pinche periódico reaccionario. Y todo el tiempo has vivido a salto de mata, durmiendo a veces en la calle como un “clochard”. La única novela que escribiste fue rechazada por todas las editoriales: “votre texte, M.Pérez, est intéressant, mais le style insuportable”; a lo mejor falló la traducción. Para conseguir un trabajo bien remunerado tienes que apellidarte Bernard, porque si no te dicen que luego te llamarán y se olvidan de tí. Creías que con tus piropos y tu carita ibas a conquistar a todas las mujeres; a estas putas francesas sólo les interesa echar un palito y, al día siguiente, te botan del departamento como si fueras un apestado; como si no hubiera ocurrido nada entre tú y ella. Y eso cuando tienes suerte, pues nunca falta la cabrona que te despide a las cuatro de la mañana y entonces tienes que andar de bar en bar por el “quartier latin”, hasta la hora en que abren el metro. Sí,  es cierto, en México ligarse a una chava costaba trabajo, dinero y esfuerzo, y llevarsela a la cama en poco tiempo requería de un fina estrategia; pero, ¡carajo!, ya que se tiene una “tortita”, las caricias, sonrisas y besos nunca faltan. Eso sí, se horrorizan si les hablas de “ménage à trois” y de ser “open mind”. “Open mind”... eso les dijiste a tus amigos, que tú ya te habías liberado, que Dios no existía y que estabas abierto a cualquier tipo de conocimiento; además te enorgullecías de vivir con Guadalupe, aquella relación que causara tanto escándalo por la diferencia de edades  y otras cosas, por lo menos aquí sí respetan la privacidad... Sí también por eso te fuiste de México, porque todos los que te rodeaban eran unos moralinos de mierda. Ellos seguían viendo en forma inquisitoria el vudú, los suicidios y las drogas. Te sentías la Gran Verga... ¡pendejo!. La vida es una porquería... ¡Ja!,esa frase ya parece un lugar común en ti. Quisieras echarte un toque, pero ¡nel!, luego te cruzas y acabas ensuciando todo el cuarto. Las primeras veces creías que eso formaba parte de tu aprendizaje de escritor, ¿recuerdas?; eso y entrar al metro sin pagar y recorrer los trayectos de los cuentos de Cortázar, echarte tus toques en la tumba de Morrison, leer l’Humanité y pertenecer a las juventudes comunistas, ir a Montparnasse o, por último, empedarte en el Chez Georges, al que solía ir Sartre. Te sentías muy vanguardista yéndote de tu casa y dándole la espalda a todo lo que dejabas atrás. En fin, la botella ya se acabó y él ya no vendrá. Como va a venir si le dijiste que fuera a chingar a su madre, porque no quiso prestarte cien francos y porque le prometió a su esposa portarse como un buen padre y marido. Lo mejor será sacar la pistola, besarla pensando que se trata de Ernesto y abandonar este antro.

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