Friday, February 17, 2012

EXPOSICIÓN JUAN CARLOS MUÑOZ



Conozco a Juan Carlos Muñoz desde hace más de 15 años y hoy, por fin, he podido contemplar su primera exposición individual oficial en el  Centro Cultural Nicolás Salmerón. De sus primeras acuarelas y óleos conservo sobre todo, el recuerdo de unos personajes marcados por unos ojos muy grandes que, aunado a un escenas tiernas, nos retrotrae a un mundo de inocencia muy ad hoc con el monigote de inocente de su propia firma. Si acaso una de las pocas críticas que he osado hacerle a mi compadre, teniendo en cuenta mis limitados conocimientos de pintura, a pesar de haber reseñado exposiciónes de arte en el semanario cultural de ABC durante 7 años, es que en ninguna de sus obras hay atisbo alguno a su lado oscuro.
 Sin embargo, más que una crítica, esto es un reflejo de la personalidad pura y generosa de Juan Carlos. No se le puede pedir lo que no tiene. Empero, una vez que le pedí ilustraciones basadas en mi libro Bestiario chicano para una edición casera, demostró que gran maestría para pintar los aspectos escabrosos de la vida con todas sus miserias, pese a que este tema no sea de su gusto. Ese talento, una vez que Juan Carlos ha entrado en contacto con el mundo del grabado, ha dado un salto cualitativo bastante considerable al igual que su obra.En esta nueva técnica refunde sus obras en óleo y acuarela y al mezclarlos con color logra transmitir una especial vivacidad a lo ya visto.
La exposición se divide en 4 partes. Inicia con un muy sentido homenaje a algunos de sus maestros pictóricos y fotográficos como Eugene Smith que le inspiraron en su día Paseo por el Jardín del Edén o Los Primero Pasos de Van Gogh.

La segunda parte de la obra se centra en la Natividad desde su concepción cristiana (tal es el caso de los Reyes Magos de la Sagrada Familia de Gaudí) hasta la iconografía de Norman Rockwell acerca de Papá Nöel. Otra de las secciones está compuesta por una serie de retratos sobre los niños y sus aspiraciones entre los que destacan el magnífico trabajo El Tren así como Niños. Finalmente, la última parte de la obra es un resumen de lo anterior. En ella se encuentra el guiño a Van Dyck con El matrimonio Arnolfini, en el que Muñoz transforma el celebre cuadro siguiendo sus propios cánones (veáse sobre todo los ojos desmesurados de los protagonistas), homenajes a autores clásicos como es el caso de sus Sibílas  y evocaciones al mundo de la niñez en donde llama poderosamente la atención Niño con tiza en la tan inusual técnica de grabado denominada manera negra o mezzotinta. Sin embargo, en esta última parte sobresale por encima de todo lo anterior su obra Harlem (cuyo óleo en el que se inspiró la obra lo tengo en casa) y que, al igual que en el caso del homenaje a Antonio López La Gran Vía, denota su saber a la hora de capturar la poética de las calles vacías de las grandes urbes.   
Quince años han pasado desde que conozco a Muñoz y esta exposición es un claro signo de su madurez artística alcanzada, así como del sentimiento y honradez con la que aborda su labor estética. 

1 comment:

Vicky Bendito said...

La exposición me ha encantado. Merece la pena verla y pararse en cada grabado para apreciar los detalles. Me ha encantado... ¿Lo había dicho ya?