Sunday, November 23, 2014

ESCRIBIR A MANO EN LA ERA DIGITAL

La metralleta boca arriba

Yo era un mafioso. Más bien un consiglieri. Hablé con el padrino. Estábamos en un estacionamiento de varios pisos. Los coches ascendían por una rampa en forma de caracol. El ataque de los Borgia era inminente; no había esperanza. Sin embargo, el padrino quería que huyera y me ordenaba que me largara. Me dirigí pisos abajo y ya me disponía a subir en mi coche cuando sentí una incómoda opresión en la nuca. Nuestros enemigos ya habían llegado.
 -Lo siento consiglieri. Me caes bien, pero no puedo dejarte ir. No obstante te prometo que tu muerte, una vez que me haya eliminado a tu jefe.
-Yo podría serte útil. Trabajaría para tí
-No me cabe la menor duda, pero sé que tienes mucha devoción al que pronto será tu ex jefe y no puedo arriesgarme. Es preciso.
Se dirigió a su acolitos:
-Nuestros enemigos están arriba. Apenas tienen municiones con que defenderse. Los masacraremos a todos en caliente y quiero que él lo vea todo antes de morir, pero hasta entonces no quiero que le toquen.

Los achichincles de Borgia salieron disparados hacia arriba pronto se oyeron ráfagas de tiros ininterrumpidas y cruzadas. Me obligaron a seguirles para que viera la caída de mis compañeros. Justo llegué para ver como Borgia le daba el tiro de gracia a mi padrino en la sien. No grité. Mis vigilantes se acercaron para felicitar al capo, mientras que mis últimos compañeros presentaban una resistencia vana. Fue entonces cuando noté que habían dejado a un lado una ametralladora reposando. Una rabia inusual se apoderó de mí acostumbrado a racionalizarlo todo, dado el trabajo que ejercía. Nadie se fijó en mí, lo que me envalentonó. Cogí el arma y empecé a disparar. En mi foro interno decía una y otra vez “ven como yo también puedo matar hijos de puta”. Apunté al jefe y éste cayó , aunque no vi ningún reguero de sangre como en las películas. Luego dirigí mi arma hacia uno de los generales con idéntico resultado. Sólo me quedaba un rival para descabezar a la banda rival. Era el más cruel de todos ellos y se asemejaba al personaje de Neo en Matrix. Apreté el gatillo mientras que él dirigía su mirada hacia mí, pero ninguna bala salió de mi arma. Más increíble aún fue la ausencia de respuesta por parte de mi víctima. Pareciera que no me veía en absoluto y mucho menos cayó en la cuenta de lo cerca que había estado de morir. No había que desperdiciar tanta suerte. Mi ser frío y calculador retomó mi ser y eché a correr rampa abajo, aun con el arma. No quería volver a intentar lo del coche. Según iba a entrar a la segunda planta del aparcamiento, vi a mano izquierda unos cristales que destruí con la culata de mi arma. Pasé al otro lado y avancé haciendo equilibrios por un estrecho pasillo. Al final del pasillo, a un par de metros se encontraba una continuación del estacionamiento al aire libre. Salté y alcancé a asirme a la barandilla, mas en vez de intentar subir, pensé que por la parte de arriba sería un blanco fácil por lo que me descolgué a la entre planta. Ahí, protegido por la planta superior podría correr hasta estar a salvo y así lo hice. Cuando iba a llegar a la otra salida del estacionamiento, vi una luz resplandeciente y me desperté con la firme intención de no mezclar altas dosis de alcohol con la visualización de la trilogía del padrino.     

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