Friday, June 05, 2020

FASE 2 E INCONGRUENCIAS DE LOS HORARIOS DE LA FASE 1


               
                Continúa el tortuoso camino hacia la mal llamada normalidad. A partir del lunes podremos entrar en los restaurantes (con aforo limitado), tener reuniones más multitudinarias y, sobre todo, se acaban las franjas horarias salvo para los mayores. Además, se abrirán mercadillos al aire libre con un tercio de los puestos, se podrá ir a piscinas y playas siempre con aforo limitado, así como conciertos al aire libre e incluso a cines y teatros. Dicho sea de paso, pese a la buena voluntad, creo que la división de las salidas según las edades no fue exitosa en parte por el incumplimiento cívico, en parte porque algunas de las actividades sólo se podían realizar en horarios prohibidos.
                Pongo dos ejemplos. Cuando salgo a correr en las mañanas siempre me topo con personas mayores. Mi amigo Pedro, que es más constante que yo en su práctica del ejercicio, me contaba que un día pidió a un par de ancianos que se apartaran ya que la senda por donde corría a las 7 de la mañana era estrecha. Estos, que estaban incumpliendo la normativa, lejos de hacerle caso por su propia seguridad empezaron a echarle la bronca por no llevar mascarilla, siendo que hasta el mismísimo Fernando Simón ha reconocido la inconveniencia de correr con una mascarilla puesta. Es más, mi amigo, que amén de corredor es científico me decía que la práctica del deporte con mascarilla podría ser contraproducente para la salud. Pero nada importó. Igual se llevó la bronca sin merecerla y desde la fase 1 no he vuelto a ver autoridad que verifique el cumplimiento de la ley.
                Por otra parte, los horarios asignados a los adultos de 6 a 10 y de 20 a 23 horas eran incompatibles con los horarios de apertura de muchos comercios. Ergo si uno tenía que ir a ese establecimiento en concreto que abría de 10 a 2 y de 5 a 8 forzosamente debía incumplir el horario asignado. Técnicamente, durante el confinamiento total también se podía salir de casa todos los días a comprar el periódico o cualquier tontería en el supermercado. Sin embargo, existían dos factores que limitaban esas excursiones: el miedo a la multa y el miedo al propio coronavirus.  Si bien el decreto del estado de alarma no establecía que solo se pudiera salir si se consumía x monto, existía el riesgo de toparse con la policía y ser multado. De hecho se dio un caso de una persona que fue multada con 2000 euros por ir a comprar nocilla. Le salió cara su necesidad de azúcar en la sangre. Independientemente de que esa persona quizá pueda recurrir la multa y  evitar el pago, el susto en el cuerpo no se lo quita nadie. Con el buen tiempo y el descenso de contagios y muertes se ha difuminado el miedo al virus. Al mismo tiempo, las autoridades ya no están tan presentes para controlar los desplazamientos de los ciudadanos. Finalmente, según he mencionado en anteriores artículos el virus está perdiendo carga viral y resulta menos letal. Por todo lo anterior  resulta más que lógico que pasemos a la siguiente fase.

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