Monday, November 10, 2014

ESCRIBIR A MANO EN LA ERA DIGITAL

II. El tachón.

En un máster de periodismo, me hablaron de cierto director de un diario chaparro y muy geniudo –al que por cierto le encantan las especias-, que tenía por costumbre leerse todas las páginas de la publicación del día posterior y tachar aquellos artículos e informaciones que consideraba no aptos para su publicación, o al menos aquellas partes que él consideraba inoportunas. Sus tachaduras eran legendarias por lo enérgicas de las mismas. A mayor disgusto por lo leído, mayor perforación del papel. Al final sus trabajadores, se enteraron de este peculiar barómetro del humor del jefe y empezaron a hacer apuestas sobre quién era el que molestaba más al director con sus textos. El ganador se dilucidaba por el gramaje perforado así como las dimensiones propias de la raya inquisitorial.
Independientemente de su veracidad o no, esta anécdota sirve para destacar la importancia que tiene tachar con un trazo firme una palabra o párrafo erróneo. No sólo se trata de eliminar aquello que está mal, sino también de soltar toda la tensión, ira y/o frustración por el dicho error. No obstante si la simple visión entre rayada sigue generando molestia y no se tiene a mano un corrector líquido, siempre se puede recurrir al viejo truco de continuar tachando hasta que sólo se divise una enorme mancha negra ilegible. ¿Qué nos ofrece nuestro ordenador como sucedáneo de esta corrección catártica? Dos, más bien tres, son las propuestas. 1) Colocar el cursor en la última letra de la palabra p párrafo que se quiere borrar y apretar la tecla “erase” señalizada con una flechita. 2) Colocar el cursor antes de la primera letra de la primera palabra que se quiere eliminar y apretar la tecla suprimir señalizada con las teclas “supr”. En ambos casos hay que tener cuidado de no apretar de más las mencionadas teclas so riesgo de borrar más de lo debido y tener que reescribir aquello que no se deseaba borrar. Ahora bien, si su ánimo no soporta la lotería de apretar un botón indefinidamente y quiere hacer lo que ahora llaman una limpieza quirúrgica, siempre se puede optar por la opción timorata de seleccionar el texto que se desea eliminar y proceder en consecuencia.
Sin embargo, ninguna de estas tres opciones puede suplir las emociones producidas por el rayón. En efecto, un tachón enérgico denota una gran confianza  en sí mismo, una profunda convicción sobre el poder que se tiene sobre las palabras (o sobre los periodistas de la plantilla si nos referimos al director del que hablábamos al principio de este artículo), un deseo, al fin, de ser dueño de su propio destino. Quién tacha una palabra o un texto entero sin vacilar un segundo, sabe que siempre podrá mejorarlo aunque en ese momento no se le ocurra cómo. El mismo gesto de la cara del autor, denota energía, rechazo y dolor ante la mutilación propia.  Se trata, en fin, de todo un proceso de liberación en el que se desprecia el temor a la muralla de la hoja en blanco y cuyo autor se erige en el dueño de un futuro prolífico. Nunca se podrá llegar a esta sensación usando un teclado. Lo más cercano se producirá cuando el escritor, harto de su propio texto decida apretar sin cansancio las teclas antes mencionadas y continuar apretando una vez que el texto haya desaparecido. Pareciera toda una declaración de intenciones, pero en el fondo lo que denota como han señalado varios especialistas sobre la materia, es una actitud inmadura más bien propia de un niño de 5 años que hace un pataleta después de que sus padres no le han satisfecho su capricho y no tiene nada que ver con el deseo de superación reflejado en el acto manual de eliminación de lo incorrecto. Materia importante es esta de la tachadura, como hemos podido ver en este capítulo. Finalmente y con el fin de relajar el ambiente y antes de que ustedes mis queridos lectores inunden mi correo con sus sesudos y enriquecedores comentarios, paso a publicar el texto que deje como desafío a aquellos paleógrafos y arqueólogos expertos en jeroglíficos que quisieran intentarlo. Solo Merche tuvo la suficiente sabiduría y paciencia para dilucidar mi texto. Para aquellos que no pudieron o no se atrevieron, les comento que habrá futuros desafíos en artículos venideros. Muchas gracias por su paciencia.


Yo era un mafioso. Más bien un consiglieri. Hablé con el padrino. Estábamos en un estacionamiento de varios pisos. Los coches ascendían por una rampa en forma de caracol. El ataque de los Borgia era inminente; no había esperanza. Sin embargo, el padrino quería que huyera y me ordenaba que me largara. Me dirigí pisos abajo y ya me disponía a subir en mi coche cuando sentí una incómoda opresión en la nuca. Nuestros enemigos ya habían llegado (CONTINUARÁ) 

2 comments:

Anonymous said...

Sin ánimo de enmendar la plana y sin querer defender al teclado ni al procesador de textos, también disponemos del tachado, doble tachado, e incluso la posibilidad de ocultar el texto equivocado con un fondo negro (para no ver nada), o marrón (para medio adivinar lo que pusimos) ..

Saludos y enhorabuena por el blog.

Paco

Juan Patricio Lombera said...

Muchas gracias por tu acertado comentario. Tienes toda la razón, tenemos todas esas posibilidades, pero insisto, el trazo firme y enérgico libera más endorfinas que seleccionar y apretar una tecla o al ratón. Un abrazo y gracias por la enhorabuena