Tuesday, January 10, 2017

Historia de un trámite burocrático

-No, no y no. Usted no puede venir a esta oficina a tramitar el documento como si se tratase del patio de su casa. Debe pedir una cita previa.
-Pero mi abogada me dijo que…
-Su abogada sabrá mucho de derecho, pero está claro que no tiene ni idea de los procedimientos de hacienda aprobados por el mismísimo ministro. No obstante si no me cree puede coger un papelito y esperar a que los de la ventanilla le repitan lo mismo.
-Eso haré.
El guardia se retiró para seguir controlando la llegada de nuevos contribuyentes a la oficina. Eran las 9 de la mañana y Gustavo había sido el primero en entrar, pero durante la discusión con el guardia otras personas que si tenían cita previa habían cogido su papelito, por lo que su madrugón había sido en vano. La maquina le daba varias opciones y entre los trámites que, según la máquina no requerían de cita previa, estaba la obtención de un primer NIF. Al verlo, su fe en las palabras de su abogada se consolidó. El policía debía estar harto de aquellos que se querían colar sin cita previa y a todo debía decir que no sin conocer las excepciones.  Sabía que perdería gran parte de la mañana sacándole el número de NIF español a  su madre, documento imprescindible para el trámite de la herencia que le había dejado su  prima.  Se sentó y esperó pacientemente leyendo una novela de Coetzee cuyo título Desgracia no le auguraban nada bueno.  De cuando en cuando levantaba la mirada para ver el oráculo en forma de plasma que anunciaba al número. Elegido. Tenía que esforzarse por descifrar los números y letras pues el lugar era bastante oscuro lo cual no impedía que corriera un molesto viento cada vez que se abría la puerta que, a su vez era el único acceso de luz del edificio. Hacía las 10 de la mañana 5 de las 10 personas que estaban antes que él ya habían pasado. Finalmente al cuarto para las once ví como la pantalla marcaba mi número . Ufano me levanté de mi butaca y me acerqué al puesto número 13. Ahí se encontraba un funcionario mayor de orejas grandes, mirada de brillo burlón que se convertía en maligna cada vez que el personaje reía. Portaba gafas. Tenía el pelo entrecano peinado hacia atrás y, por encima de todo, dominaba su faz una horrible nariz  aguileña de grandes proporciones.
-DNI – espetó el funcionario Montes Toro, según rezaba el cartel al borde de la mesa, sin siquiera saludar.
-234567-Y
-Ud. no ha pedido cita –me recriminó tras teclear los números en su ordenador.
-No me hace falta.
-¿Cómo que no le hace falta? ¿No sabe usted que todo ciudadano que venga  a estas dependencias debe pedir cita previa? Podría entenderlo por su procedencia extranjera si llevase tan solo un año aquí, pero su dni es de hace 20 años por lo que ya se podría haber coscado de cómo van las cosas aquí.
-Mi abogada me dijo que no necesitaba cita previa. Su máquina expendedora de números afirma lo mismo y, según estoy leyendo en este momento en mi Smartphone, en la página web del ministerio, las personas que vienen por su primer NIF no necesitan cita previa. Véalo si no me cree –dije acercándole la pantalla de mi teléfono a la cara.
-Quíteme ese chisme de encima. Esa salvedad solo se aplica a los menores de 14 años que viene por su primer documento de identidad.
-Pero mi madre nunca ha tenido dicho documento.
-¿Es española y nunca ha estado marcada en nuestras bases de datos? ¿Cómo es posible?
-Lleva 60 años viviendo fuera.
-A ver explíqueme para que quiere el documento.
-Verá mi madre ha sido nombrada heredera de mi tía segunda y necesita este número para poder pagar el impuesto de sucesiones.
Según dijo las últimas palabras, los rasgos crispados del funcionario se suavizaron y  su voz transmitió, por un momento, cierta calidez humana cuando dijo:
-Por supuesto. ¡Tiene ud toda la razón! Tenga la amabilidad de sentarse.
En menos de 2 minutos, Gustavo salió de la oficina con el documento que requería 

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