Saturday, April 18, 2020

Cuando la tecnología falla


Mi amigo Pepe me dijo una vez que el mundo es muy pequeño, pero que cuando la tecnología falla se ensancha. En efecto, en la actualidad podemos dar la vuelta al planeta no ya en 80 días como diría Julio Verne, sino en mucho menos de 80 horas si no hay retrasos y no se pierde la conexión. Podemos llevar nuestras voces a cualquier parte del planeta en segundos y leer los periódicos de todo el mundo, o al menos sus titulares, desde nuestro teléfono portátil. Es más, esos teléfonos han conseguido realizar el sueño de decenas de generaciones haciendo que la cultura y el conocimiento estén al alcance de todo el mundo. Desde ellos o desde nuestros ordenadores, podemos leer infinidad de artículos acerca de la Segunda Guerra Mundial, la vida de Nelson Mandela o contemplar las maravillas de la capilla Sixtina.  
La semana pasada, el teléfono fijo se descompuso por enésima vez y el internet siguió funcionando de manera irregular. Mi esposa y yo trabajamos desde casa por lo que necesitamos de ambas herramientas. Siendo que mi móvil está hecho una pena y todo el mundo se queja de lo mal que se me oye a través de él, tengo que usar forzosamente el tradicional teléfono fijo. A su vez, Vicky tiene varias videoconferencias al cabo del día por lo que necesita una conexión fiable. En fin, no quiero hacerles el cuento. Llamamos a nuestro servidor y nos mandaron un técnico que se presentó perfectamente equipado para la ocasión y más teniendo en cuenta de que Vicky es persona de riesgo: mascarilla y guantes. Acoté la zona de acción al salón que es donde se encuentra el router y el teléfono. Tras una análisis sumario, el técnico determinó que nuestra conexión telefónica era una antigualla y, ya puestos, hicimos el cambio de router para que el teléfono llegase por este medio y tener más velocidad de conexión.
No obstante, había que ajustar los parámetros en el ordenador del técnico lo que toma unos minutos. Cómo el hombre estaba sudoroso y yo me precio de ser un buen anfitrión, le ofrecí un vaso de agua que él me agradeció. Ese fue un grave error, pues, como el obvio, el hombre tuvo que quitarse la mascarilla y, peor aún, una vez que hubo terminado de beberlo no volvió a acomodársela hasta que me percaté de ello varios minutos después y le pedí que se la volviese a acomodar. Además, el primer equipo empleado llegó defectuoso de fábrica por lo que ni internet ni teléfono. Afortunadamente el técnico era precavido y traía uno de repuesto que sí funcionó. El saldo de ese arreglo se saldó con una bronca familiar por haber permitido el desenmascaramiento del técnico y una sesión exhaustiva de limpieza del salón. Eso le pasa a uno por ser buena gente.  

1 Foto de Cliford Mervil

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