Wednesday, April 22, 2020

EL HORROR DEL CORONAVIRUS



Recuerdo una película un poco lacrimógena acerca de un niño cuya madre muere. Ella es llevada al hospital para curarse de una simple enfermedad y ya no vuelve al hogar. El niño ocasionalmente habla con ella por teléfono, pero no la vuelve a ver  hasta que ella ya se encontraba en estado terminal, días antes de fallecer. Sus únicas pistas vienen de las ocasionales  conversaciones telefónicas que cada vez resultan más complicadas dada la quimioterapia. En un momento dado el chico expresaba su definición infantil del horror y dice algo así como que existen dos tipos de horrores; el que se sabe que tendrá un fin como cuando se había roto el brazo y aquel caracterizado por la incertidumbre de qué va a pasar.
En el caso de la presente pandemia vivimos en un horror intermedio. Sabemos que tendrá un fin cuando se comercialice la vacuna. Incluso tenemos esperanzas de que en no mucho tiempo salga al mercado un remedio que pueda acortar el tiempo de sufrimiento, pero en él mientras desayunamos, trabajamos, comemos y cenamos en nuestras casas. En él mientras, nos enteramos todos los días de las muertes y nuevos contagios que parecen nunca terminar. Y por si fuera poco, no tenemos ningún país al cual aferrarnos como esperanza ya que por muy bien que hayan contenido la enfermedad, no son libres de rebrotes como ha ocurrido en  Japón y Corea del Sur; países elogiados por su buena gestión de la enfermedad. De hecho si vemos el mapa del coronavirus, sólo Lesoto, Turkmenistán, Tayikistán y Corea del Norte no tienen la enfermedad, ya sea por su alto grado de aislamiento o porque ocultan la información. En cualquier caso, como entenderán los lectores,
 No tengo la menor duda de que venceremos. Entre otras cosas porque llevamos miles años luchando contra los virus y siempre hemos terminado prevaleciendo. No obstante, mientras que llega el glorioso día de nuestra liberación es imposible dejar de pensar en todos los muertos y todos los que se contagian diariamente. De hecho otra de las pesadillas de esta enfermedad radica en el hecho de que ni siquiera sabemos cuántas son las personas enfermas y nunca sabremos el número exacto de muertos que ha ocasionado en cada país. Es más, como si se tratara de La invasión de los ultracuerpos podemos convertirnos en aliados involuntarios de la enfermedad al portarla, sin saberlo, y contagiar a otras personas. Venceremos, no cabe duda, pero no sabemos cuál es el precio que vamos a pagar por ello. A día de hoy son demasiadas las incertidumbres que se acumulan a corto y mediano plazo que hacen más difícil de llevar este horror de enfermedad y confinamiento

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