Sunday, April 26, 2020

Los niños en la calle



Foto de Alexander Dummer

Una ciudad sin risas infantiles es una ciudad muerta. Hoy, tras 43 días de confinamiento, los niños de menos de 14 años han podido salir a la calle acompañados de un adulto. Más concretamente, hasta 3 niños de una misma familia pueden salir a la calle con un mayor. Curiosamente, desde el primer momento en que se anunció la medida, una encuesta reflejó un rechazo mayoritario de la sociedad. Por partidos, los más reacios eran los simpatizantes de Ciudadanos seguidos de los populares y socialistas con 60%, mientras que los del vox y podemos eran los más afines siendo éstos últimos los únicos que apoyaban en más de la mitad la medida.
Hay que destacar, que esta encuesta se realizó tras el anuncio de la medida, pero antes de que se especificaran las condiciones en que los niños podrían salir a la calle. Cuando el gobierno anunció que los niños podrían acompañar a sus padres a los supermercados y farmacias se produjo un momento único en la historia de este país comparable a la obtención de la copa del mundo en Sudáfrica. Todos los españoles se pusieron de acuerdo en rechazar la medida y echar pestes del gobierno. Finalmente, el ejecutivo corrigió y permitió a los niños salir a jugar acompañados de un mayor.
Lo que me llama la atención de la encuesta antes mencionada, es el rechazo frontal a que los niños salgan al aire libre y se diviertan. En los foros sociales, se oían todo tipo de comentarios acerca de la susodicha resiliencia de los menores o comentarios sobre inexactos  acerca del encierro de los mismos durante la Segunda Guerra Mundial. También se oían voces acerca de la necesidad de los pequeños de correr y jugar al aire libre. Está claro que si esta medida provoca un rebrote el Gobierno tendrá que dar marcha atrás y nos tendremos que olvidar de la posibilidad de salir a dar paseos o correr a partir del 2 de mayo. Sin embargo, más allá del miedo por un posible rebrote, vengo notando desde hace unos años una actitud negativa de la población en lo referente a los menores y sus derechos. Cuando se prohibió a los padres dar bofetones a los niños, los adultos se indignaron porque el Estado se metiese en tales asuntos y temían que sus hijos los denunciasen falsamente. Cuando se permitió el aborto a las mayores de 16 años la oposición denunció que se les estaba quitando la patria potestad a los padres. Cuando se hicieron recortes en la educación pública sí hubo mareas verdes, pero no fueron comparables ni en cantidad ni en número de personas con las mareas blancas en contra de los recortes en la seguridad social. Cuando Zapatero y Rajoy hicieron sus respectivos pensionazos, toda la sociedad se indignó. Los periódicos anunciaban en portada en enormes letras el perjuicio hecho a los mayores. Cuando los jubilados se manifiestan en busca de establecer por ley la indexación de sus pensiones, independientemente de cualquier consideración económica, toda la sociedad los apoya y los antidisturbios, tan diligentes en otras manifestaciones, no atreven a tocarles la menor so miedo de inflamar el encono popular. Es decir, cuando se trata de defender los derechos de los jubilados la respuesta de la sociedad española es unánime. No así cuando se trata de los menores. Como se menciona en el artículo “Las 22 madres y tres madrastras que asesinaron a sus hijos en España” de fecha 18 de marzo de 2018, los infanticidios apenas tienen recorrido en los medios y ningún organismo recoge la contabilidad de niños asesinados por sus madres.
Según dice mi amigo Gregory, “En Alemania la educación está muy orientada a la independencia del niño, algo que la enseñanza tradicional española dinamita. Aquí se atornilla al niño a la silla y se espera de él que no se levante hasta que acabe la carrera”[1].  Quizá el hecho de que la población tenga una edad media de 45 años y cada vez será mayor dada la baja tasa de natalidad influya en este punto de vista.
En esta ocasión los menores han sido los afortunados y a falta de ver si esta medida afecta o no en la evolución de la curva, que disfruten ellos y sus sufridos progenitores de su principio de desconfinamiento. ¡Suertudos!


[1] En ABC Padres e hijos, 1/10/2013.


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