Sunday, April 05, 2020

¡Tápese la boca!



Pareciera que me estoy dirigiendo a un interlocutor y lo estoy mandando callar, pero no. Si en las anteriores misivas me he referido al mal proceder de los mandatarios, hoy debo hablar de los ciudadanos y que conste que no quiero parecer un moralista echando el sermón a la gente.
Me entero por el ABC de que unas mujeres de la población llamada Porcuna, en Andalucía, se han puesto unas mantillas y  bolsas de plástico y han salido a la calle a hacer una procesión en la noche de ayer. Cuando llegaron las autoridades, ellas ya habían desaparecido. No obstante, acabaron confesando su irresponsabilidad y están a la espera de su sanción. La pregunta es: ¿de verdad era necesario salir a la procesión? ¿Acaso, oyeron la palabra divina exhortándolas a salir?
Por otra parte, mi amiga Esther; la mejor fisioterapeuta de España, me cuenta su vía crucis matutino para hacerse su compra y la de su padre. En la cola del Ahorramas de Méndez Álvaro,  la gente iba sin mascarilla y sin guantes y, peor aún, sin respetar la distancia de seguridad. Como dice el padre de mi amiga, con este grado de responsabilidad hasta el año que viene nos quedamos confinados. Es decir, sé que no hay mascarillas ni guantes de látex, ¿pero tan difícil resulta a las malas ponerse aunque sea un pañuelo o, como dice Trump, una bufanda? ¿Tan complicado es ponerse unos guantes de lavar la vajilla? Siendo benévolo y haciendo un arduo ejercicio de imaginación, puedo llegar a pensar que todas esas personas en la cola se habían quedado sin guantes de ningún tipo por un descuido e iban a abastecerse de los mismos así como de servilletas de tela para cubrirse la boca, pero ¡cojones!, ¿cuesta tanto guardar la distancia de seguridad, más habida cuenta de que los comercios la tienen pintada en el suelo?
Mi amigo Pedro, hombre de ciencias, me pasó un artículo firmado entre otros por Joaquín Leguina contra el confinamiento ya que según ellos el remedio puede ser peor que la enfermedad por el daño a la economía y tildan el confinamiento de “ineficaz, humillante, traumatizante y destructivo” y apelan a la responsabilidad de la sociedad. No voy a discutir con ellos sobre las consecuencias económicas del confinamiento, puesto que no soy científico. Me sorprende que, no siendo ninguno de los firmantes científicos se atrevan a enmendarle la plana al Imperial College y negar la afirmación de esta revista científica acerca de las vidas salvadas con el confinamiento. Me resulta extraño, sobretodo porque aquellos líderes que buscaban un alto nivel de contagio para generar una inmunidad de grupo (Trump, Johnson, Bolsonaro, López Obrador), todos han acabado dando marcha atrás y ordenado o pedido el confinamiento.  Lo que sí me resulta risible es esa apelación a la responsabilidad individual, cuando hay más de 200 000 personas multadas (algunos genios incluso han tenido la feliz idea de  agarrarse a golpes con la policía) y algunos han descubierto que tenían una mascota en casa cuando no la han alquilado al vecino. Aun así, creo que se trata de una minoría y que el conjunto de la población está cumpliendo a rajatabla el confinamiento y que por eso está funcionado, aunque claro esto solo es una corazonada que  ya veremos si se cumple. No obstante, también creo que si no existiera este elemento coercitivo de las multas, crecería el número de personas que saldrían a la calle por el simple hecho de que se aburren en casa. Por poner un ejemplo, si se permitiese como ocurre en otros países practicar deporte al aire libre, mucha gente se convertiría en atletas de la noche a la mañana. En fin, es muy triste que las autoridades nos tengan que tratar como niños chiquitos por nuestro propio bien. Termino con un chiste que vi en Facebook el otro día y que explica porque elegí esta foto para este artículo. Se trata de unos soldados cargando a lomos a unos burros durante la II Guerra Mundial. La razón es muy sencilla. Se encuentran en un campo de minas y no pueden dejar que los burros anden a su aire, pues podrían detonar las minas y causar la muerte de varios soldados. Conclusión:  en tiempos difíciles a los primeros que hay que controlar es a los burros porque no entienden ni madres y hacen lo que les da la real gana.

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