Sunday, May 24, 2020

El reencuentro


Foto de Fauxels

Escribo este artículo a pocas horas de que entre en vigor la fase 1 en Madrid. Después de varias  semanas encerrados en nuestras casas, en los que solo podíamos ir a comprar lo necesario ya pudimos pasear o hacer ejercicio una hora al día. Mañana podremos reencontrarnos con nuestros amigos y familiares. Incluso, los más afortunados podrán irse a sus segundas residencias si estas pertenecen a la misma provincia.
Eso sí lo que no se podrá hacer es abrazar y besar a nuestros seres queridos y, probablemente, esas efusividades desaparecerán de nuestras costumbres hasta que no haya una vacuna o desaparezca el virus. En cualquier caso, el poder conversar cara a cara, ver cómo están ya será toda una alegría, especialmente para mi esposa que los echa mucho de menos pese a hablar todos los días con ellos. La verdad es que a mí también me dará gusto volver a mis suegros, cuñados y sobrinos, pues en esta lotería de las familias políticas he tenido toda la fortuna que se me niega todas las semanas en el euromillón. Desde aquel primer día en que comí con ellos, me acogieron como uno más de la familia y siempre me han ayudado en mis proyectos personales y profesionales. Vaya hacía allá esta flor.
Dejando a un lado esta digresión emotivo-familiar, a partir de mañana los madrileños podremos visitar uno de nuestros templos de devoción favoritos; las terrazas. No es de extrañar que Benito Pérez Galdós le haya dedicado a los cafés y sus tertulianos en Fortunata y Jacinta. En torno a una mesa con tapas y con una copa en la mano, un grupo de madrileños arreglan  vidas ajenas, debaten el acontecer nacional  y realizan toda clase de predicciones acerca de otra de sus pasiones; el fútbol. Cualquiera que quería, antes del coronavirus,  conocer la idiosincrasia del madrileño tenía que apretujarse en torno a una mesa y arrancar la jornada con una cerveza y una de las mil tapas  que se pueden encontrar en estos sitios. Mi favorita, los boquerones en vinagre. En mi caso añoro esas comidas de viernes al mediodía con Armando,  Jesús, Wences y tantos otros que se prologaban en un famoso bar que se encuentra en frente del retiro. Sin embargo, así como ocurre con los abrazos y besos, ya no podremos respirar ese ambiente tan castizo y tan apretado, quizá nunca, pero el hecho de poder volver a sentarnos con un amigo en una mesa en plena calle y  sentir el sol en la cara será un consuelo en espera de poder volver a pasar horas enteras conversando despreocupadamente.

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